Hace un año llegó Francisco a Chiapas

Hoy se cumple un año de que el papa Francisco visitó a Chiapas trayendo consigo un mensaje de paz, perdón y reconciliación. Del 12 al 17 de febrero de 2016, el líder católico visitó la Ciudad de México, el municipio de Ecatepec, Estado de México; San Cristóbal de Las Casas, Chiapas; Morelia, Michoacán, y Ciudad Juárez, Chihuahua.

Fue el 15 de febrero de 2016, cuando el papa Francisco llegó al Aeropuerto Internacional Ángel Albino Corzo de Tuxtla Gutiérrez para su visita al estado. El pontífice fue recibido por el arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, Fabio Martínez Castilla, y el obispo auxiliar José Luis Mendoza Corzo, así como por el gobernador Manuel Velasco Coello y su esposa Anahí Puente.

En tanto, un grupo de mil niños vestidos de blanco y a la usanza chiapaneca lo recibió con el coro “Bienvenido a Chiapas Francisco”. Dos matrimonios católicos de las etnias zoque y tsotsil, entregaron al papa el bastón de mando, un collar y una corona en señal de respeto y reconocimiento.

Después del recibimiento, el pontífice abordó un helicóptero para dirigirse a San Cristóbal de Las Casas, donde celebró una misa con miles de creyentes e indígenas.

El evento se ofició en el Centro Deportivo Municipal para 100 mil fieles, de los que unos 10 mil eran indígenas, representantes de 56 etnias. El papa fue llamado “Tatik”, que significa “padre”, como solían nombrar al fallecido obispo de esa diócesis, Samuel Ruiz García.

El papa leyó en tsotsil: “La Ley de Dios es perfecta y reconforta el alma”. Y evocó al pueblo de Israel, esclavo durante 400 años en Egipto. Pero Dios dijo “no más, alto al despotismo del faraón”. El Padre ve la opresión, el dolor, el maltrato de que son objeto sus hijos. Y actúa.

Tras una pausa, el papa dijo lo que muchos atisbaban, conociendo su amor por la naturaleza.

“El agua, el aire, el suelo, los seres vivientes sufren las secuelas del pecado y violencia. La tierra gime con dolores de parto. No podemos ser sordos y ciegos ante la peor crisis ambiental en la historia. La tierra es una casa común”.

Y luego puso el dedo en la llaga. “Muchos mareados de poder, ambición, despojan a indígenas. Urge un examen de conciencia. Debemos aprender a pedir perdón”.

Tras la misa, Francisco recorrió las calles y llegó a la Catedral de San Cristóbal, donde el pontífice depositó un arreglo floral y oró de pie frente a la tumba de obispo Samuel Ruiz, defensor de los derechos indígenas.

Al terminó del evento en San Cristóbal de Las Casas, el líder católico se trasladó a Tuxtla Gutiérrez en helicóptero, directamente al Estadio Víctor Manuel Reyna para finalizar su visita y reunirse con familias. Ahí destacó la importancia de la unión, aun cuando reconoció las dificultades que implica vivir en familia. Al tiempo que criticó a la sociedad que se obsesiona por el lujo y el confort.

En el encuentro con las familias un niño discapacitado de 14 años llamado Manuel leyó un discurso, y una madre soltera tomó la palabra y narró sus múltiples fracasos al fornicar durante su juventud y quedar embarazada varias veces. Tentada a abortar. Pero no lo hizo.

En su respuesta al discurso de Manuel, el papa elogió la unidad de los padres, que aunque pelean como todo matrimonio, están unidos por el bien común de Manuel.

Y agradeció a Manuel haberle echado ganas a la vida y por contagiar a todos a echarle ganas también.

“Dios no sabe hacer otra cosa. Siempre le echa ganas, porque su nombre es amor, misericordia”, dijo, levantando gritos y aplausos de aprobación en los miles ahí reunidos.

Y también respondió a Beatriz. Y felicitó su espíritu de lucha ante la adversidad.

“Prefiero una familia herida, con cicatrices, a una familia enferma de soledad, de aislamiento por el miedo a amar”. Y condenó que las familias, con el pretexto de la modernidad, sean enfermas, desequilibradas, libertinas.

El encuentro concluyó, y Francisco inició el recorrido por la Calzada de las Etnias, a moderada velocidad, la 5ª Norte, Calle Central en contraflujo, Avenida Central, Bulevar Ángel Albino Corzo. Antes de llegar al bulevar Juan Pablo II para tomar camino rumbo a al Aeropuerto Ángel Albino Corzo, donde tomaría un avión que lo regresó a la Ciudad de México para descansar y retomar energía que le permitiera continuar con su visita a México