El Instituto Federal Electoral cumple hoy quince anos de organizar las elecciones en México y de otras tareas asimismo importantes, de tal modo que ha sido fundamental para hacer de ellas una herramienta confiable para la vida democrática del país. Algo que hace apenas dos sexenios se veía como una posibilidad remota y extrana, se consiguió con rapidez por la modernización de los sistemas, la transparencia original de su organización y la abierta participación en el proceso de ciudadanos y partidos, con la ausencia del gobierno.

El IFE, que desde su inicio fue capaz de establecer un registro electoral fuera de toda sospecha verificable, con fotografías y huellas dactilares hizo prácticamente imposible la doble votación y pudo armar una estructura operativa que cubre todo el territorio nacional. El aparato electoral en su conjunto es una pieza de relojería precisa.

El IFE tiene también autoridad para auditar el funcionamiento de los partidos y para arbitrar en litigios menores, antes de que los casos sean turnados al Tribunal Federal Electoral.

Todo ello debe repercutir en la confianza y el respeto con el que el IFE debe contar para llevar a cabo la tarea que le hemos encargado.

En lo que aún hay mucho camino por recorrer es en la transparencia respecto de sus procedimientos internos, habida cuenta de que en fechas recientes ha tenido conflictos que generan suspicacias respecto de su camino reciente y del camino que aun tiene por recorrer.

Hoy se ha dicho, por ejemplo, que previo a la salida de su anterior secretaria ejecutiva, María del Carmen Alanís, se había planeado el despido de 130 empleados del Registro Federal Electoral y que el retrasar la operación de esta tarea, ocasionó la salida de la funcionaria que, aunque sustituible, ello no significa que no se nos informe de esta medida que puede causar ahorros al presupuesto de la institución, lo cual suena bien, pero que merece una explicación en tanto el requerimiento, o no, de este personal. Informar al respecto será un síntoma de transparencia que mucho enaltecerá a este organismo y a sus integrantes, de la misma manera que será conveniente que la toma de decisiones para la ocupación de cargos de alto nivel, se haga oportunamente y con criterios que consideren los tiempos políticos que estamos viviendo.

Si bien, el actual consejo general ocupó su cargo en medio de un serio cuestionamiento social, esto le obliga a esforzarse doblemente para recuperar la credibilidad puesta en duda en aquel momento. La actitud de sus consejeros, al tomar decisiones trascendentes, debe dejar de lado la parcialidad partidaria y debe, sobre todo, sobreponerse a simpatías o antipatías personales, que podrían conducir a tomar decisiones aberrantes sólo para contradecir a su adversario consejero.

A quince anos de su fundación, es tiempo de que no haya dudas en el compromiso común de los integrantes del IFE y de la conveniencia de afirmar sus fortalezas y aliviar sus debilidades.

Ciertamente, la presión de los partidos políticos respecto de sus decisiones es mucha. Los consejeros electorales deben tomar en cuenta la opinión de éstos, pero siempre al grado de que lo particular beneficie a lo general impactando en la vida política y democrática de nuestro país que, con muchos esfuerzos e igual voluntad ciudadana, quiere encontrarse en la ruta de su consolidación democrática y de un sistema de partidos sin tacha.

Difícilmente concebiríamos ahora, quince anos después, un México sin IFE. Su horizonte requiere una institución al mismo tiempo vigorosa que sea sana y confiable. Nunca puesta en duda y mucho menos que su vida interna opaque la gran tarea que hoy y en adelante, le han encomendado los mexicanos. (El Universal)