Las ciudades de la República mexicana —desde Tapachula hasta Ciudad Juárez— se encuentran rebasadas en su capacidad para atender a las personas migrantes y refugiadas, expuso la Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), por lo que hacen un llamado para generar una estrategia clara de coordinación entre los órdenes de gobierno.
De acuerdo con el titular de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), Andrés Ramírez Silva, al 10 de noviembre del año en curso se registraron 131 mil 107 solicitantes de la condición de refugio en el país, lo que establece una nueva marca histórica que rebasa la cifra récord de 2021, en un 1.12 %.
“Es evidente el alto número de personas migrantes y refugiadas que se encuentran en situación de calle en diversos estados de la República mexicana, viviendo bajo la intemperie y sufriendo las condiciones de una vida dolorosa y de incertidumbre”, resalta la pastoral.
El Episcopado sostiene que a más de un año del incremento de flujo de personas en contexto de movilidad en territorio mexicano, las estrategias de las autoridades federales, “particularmente del Instituto Nacional de Migración (INM), han sido la contención, detención, deportación y militarización”.
Asimismo,“la atención a la población migrante y refugiada corresponde directamente al Estado mexicano”, declaran a través de una carta pública, en la cual se detalla la creciente preocupación que los operativos implementados por el INM en territorio mexicano, lejos de ser “rescates humanitarios”, tienden a ser “acciones de criminalización y desprecio a las personas migrantes y refugiadas”.
Ponderar los derechos humanos
La Iglesia católica hizo un llamado las autoridades, particularmente al INM, para que se flexibilicen a los criterios para la obtención de visados humanitarios, así como a privilegiar el derecho a pedir asilo, antes de proceder a la deportación de las personas en todo el territorio mexicano.
Finalmente, se externó una invitación a las parroquias de todo el país con la finalidad de que se conviertan en centros de acogida para personas migrantes y refugiadas. “Que cada parroquia pueda recibir a una familia migrante y refugiada, y vean en ellas a la familia de Nazareth, que busca refugio y protección”, concluyen.