Jaime Hernández Jiménez apenas tenía fuerzas para empujar su carretón cuando a los ocho años empezó a hacer y a vender helados por las calles de la fría San Cristóbal de Las Casas.
Ahora tiene 40 años, lo que significa que lleva 32 años en el oficio que le da para vivir, aunque tenga que caminar muchas horas, asolearse y mojarse cuando llueve.
Vocación
Fue su papá, Antonio Hernández Núñez, que a sus 79 años todavía vende, quien le enseñó a hacer las nieves a él y a sus hermanos Mario y Román, quienes también se dedican al oficio.
“A mí me gusta mi trabajo porque he laborado de todo un poco, como albañilería y carpintería durante la temporada de lluvias, cuando baja la venta. De ahí, solo me he dedicado a esto nada más”, afirmó Jaime.
Manifestó que solo estudió la primaria en la escuela Belisario Domínguez, que está atrás de la Unidad Administrativa, situada en el sur de la ciudad.
Siempre para adelante
Hasta ahora no se arrepiente de no haber seguido estudiando. “Estoy contento con mi trabajo. Llevarse la vida tranquila. Camino, me asoleo o a veces me mojo, pero es parte del trabajo”, expresa.
Su rutina diaria que comienza a las ocho de la mañana lo lleva primero al Mercado Popular del Sur (Merposur), donde tiene algunos clientes; después, empujando el carretón azul de dos llantas que pesa entre 30 y 40 kilogramos, se encamina a la escuela primaria Josefa Ortiz de Domínguez, una de las más importantes de la ciudad.
En ese punto le va bien porque generalmente cuando salen los alumnos de la escuela a las dos de la tarde, el sol cae a plomo y se antoja un helado. Muchos de los alumnos, y en ocasiones sus padres, le compran nieves a la salida del centro educativo. De ahí desanda el camino protegido del sol con una gorra y regresa a Merposur.
Materias primas
“Al principio, mi papá me empezó a enseñar cómo hacer las nieves. Cuando aprendí salía yo solo a venderlos. Los helados los hacemos a base de leche y les agregamos los demás ingredientes, azúcar y otros que se compran en una tienda en la que venden los materiales.
Explicó que “con eso y el hielo que compramos en la hielería Ballinas que está en la esquina de Ejército Nacional y Diego Dugelay, aunque últimamente fabricamos un poco para que sea más económico”. Hay de 10, 15 y 20 pesos. La de 10 es la que más vende.
“Cuatro horas o un poco más me lleva hacer los helados en el mismo bote que tengo en el carretón; salgo a la calle a las 10 de la mañana. No hay hora para regresar, pero por lo general, entre las cuatro y las cinco de la tarde ya voy de vuelta a la casa, después de haber vendido entre 80 y 100 helados”.
Fabrica de cuatro sabores: coco, galleta, vainilla y fresa; los que más le gustan a sus clientes son los de galleta y coco.
“Me gusta mi trabajo porque me da para mantenerme y apago la sed de los clientes, y si les gusta el helado es que está bueno. Tengo clientes gracias a Dios”.
Su carretón cuesta alrededor de 15 mil pesos y tiene un contenedor especial con material térmico para evitar que se derrita el hielo”.












