La violencia rompe infancias

“Norma se hizo amiga de mi hija y estuvo más de un año viviendo con nosotras”, relata Matilde Morales Cruz. La joven de 20 años de edad llegó con su hijo Ulises (que entonces tenía un año de edad); “yo lo cuidaba cuando se iba a trabajar”.

Matilde adoptó a Norma y a su pequeño como parte de su familia, hasta el punto de participar en la fiesta del cumpleaños número dos del pequeño.

“Lo bañaba, yo lo vestía y a veces me decía abuelita”, recuerda Matilde, quien hace una pausa y suspira sentada en una silla frente al altar lleno de rosas blancas, juguetes y dulces en honor al bebé.

Un día Matilde le llamó la atención a Norma, ya que la joven decidió irse y regresar a casa de sus papás, pero al poco tiempo conoció a Diego, y casi de inmediato se fueron a vivir juntos y se llevaron al niño.

Para Matilde todo sucedió en un mes, pues desconoce fechas exactas, es decir, lo cuenta a partir de que Norma y Ulises se marcharon de su casa.

Alerta

Un día antes del sábado 22 de abril, una vecina alertó a Matilde que Ulises sufría de violencia a manos de su padrastro, “una señora me dijo que al niño lo trataba muy mal, entonces yo le dije a Norma”.

Pero la joven madre respondió que eran chismes y que el niño era bien atendido por Diego, cuando ella se iba a trabajar como empleada de limpieza en un horario de 2 a 9 de la noche.

La hermana de Matilde vive muy cerca del lugar de los hechos. Ese día, recuerda que la visitó y aprovechó para ver a Ulises, “pensé en llevarlo porque vi que el muchacho (Diego) estaba ‘requetetomado’, pero no me lo permitió”.

“Le reclamé que golpeó al niño y se enojó, mientras que la hermana (de Diego) sacó a Ulises sin que me diera cuenta y se lo llevó. También compartían casa con la familia de la hermana del asesino”.

Ese sábado, Norma llegó a su casa a las 11 de la noche, se acercó a ver a Ulises pero Diego le dijo que no lo molestara porque estaba dormido y la entretuvo dos horas, hasta que la joven intentó mover al niño y se dio cuenta de que estaba cubierto en sangre e inmóvil.

Los gritos de desesperación de Norma despertaron a los vecinos: “¡Mi hijo está muerto, ayúdenme!”. El casero de la vivienda que rentaban llegó de inmediato y dio aviso a los paramédicos y a las autoridades. La versión es que Diego asesinó a Ulises a golpes, incluso azotándolo contra la pared.

Matilde considera que un niño más fue víctima y testigo del asesinato. Se trata del sobrino de Diego, “pero en cuanto pasó todo esto supimos que la mamá se lo llevó a la Cueva del Tigre”.

Diego se escondió en la misma colonia ubicada en la periferia de Tuxtla Gutiérrez, “allá lo agarraron”. Ante la falta de reclamo del cuerpo de Ulises, sería trasladado a la fosa común, pero Matilde y su familia pidieron a las autoridades que les permitieran darle cristiana sepultura.

“Nosotros también somos de bajos recursos, pero muchas personas nos apoyaron desde lejos y cerca. Estamos muy agradecidas porque así pudimos enterrar al niño en Jardín San Marcos”, dice Matilde.

Las vecinas acudieron al novenario de rezos, y aunque los días transcurrieron, no podían creer que al niño al que saludaban, “porque era muy alegre”, ya no estaba. Luego de rezar, Matilde reparte café y tres panes a cada una de las acompañantes, en su mayoría de un grupo de la iglesia de la colonia.

Matilde cuenta con mucho amor que Ulises bailaba con ella y se comunicaba con gestos, “porque era un bebé y aún no sabía hablar; estoy muy triste, me dicen que no llore, pero no puedo olvidar lo que pasó. Lo extraño bastante, era obediente, muy alegre, pasé muchas cosas bonitas con él”.

Matilde pide justicia y una sentencia ejemplar a Diego, pues dice que un asesino de niños no puede ser perdonado por la autoridad ni otorgarle la libertad, “en la cárcel por lo menos verá la luz del sol, mi niño ya no”.

Acción u omisión

En el contexto legal de Norma, es la conducta. Los delitos son conductas de acción u omisión, acción porque ejecutamos y omisión porque dejamos hacer. “Norma lo permitió cuando la violencia que vivía en pareja se extendió”, explica Jazmín Madariaga Martínez, psicóloga adscrita al Juzgado Segundo Familiar del Poder Judicial del Estado.

Es decir, se violentó principalmente el derecho a la vida, a la libertad y seguridad de Ulises. Aún siendo una situación delicada, la violencia se normalizó e implicó la inevitable detención de Norma y Diego tras el fallecimiento del niño.

Para Madariaga Martínez es preciso analizar el contexto, aunque poco se conoce, pero partió de que en México no se trabaja con medidas de prevención; en otras palabras, la mayoría de protocolos no son para evitar o prevenir un delito o un acto de violencia, sino para resarcirlo.

Las medidas implementadas por las autoridades y como sociedad no se enfocan en una crianza sana, a pesar de que todo se remonta a la infancia, “los padres ausentes, los poco afectivos, los que no sabemos colocar límites tendremos como consecuencia este tipo de casos”.

Romantizar el amor de madre

¿Qué edad tenía?, ¿a qué edad se embarazó?, ¿cuáles fueron las circunstancias que rodearon su embarazo?, “porque a simple vista la observación es carencia de afecto”, cuestiona la especialista y lo relaciona a otro grave problema social: embarazos a corta edad.

Aunado a ello, de acuerdo a los testimonios recabados, Norma tampoco contaba con redes de apoyo familiar. Esto, según la especialista, es otro indicio de la relación codependiente con Diego, “la edad influyó muchísimo, la ignorancia o desconocimiento” y la situación económica fue un factor determinante para no moverse de ahí.

Por ello, hace hincapié en entender que no se conocen como tal las historias de vida, puesto que la violencia no se da de un momento a otro, por el contrario, se mantiene y crece, pero “llama la atención la omisión de Norma”.

“Los vecinos comentaron que no era la primera vez que le pegaba al niño y hacen ver que la relación de concubinato y sentimental era muy breve, estaba comenzando y la señora se portó permisiva porque su pareja se involucró en la crianza y cuidado de su hijo”, destaca.

“A las mujeres nos han idealizado que somos mamás luchonas, hasta en los memes tenemos varias profesiones, pero cuando una mujer está dentro de un círculo de violencia se cierra mentalmente y cree que no podrá salir adelante”, explica Madariaga.

Entonces se maximizan los rasgos de personalidad insegura y se desconoce la función del DIF, incluso del Centro de Justicia para Mujeres (Cejum) y los albergues que resguardan a mujeres y niñez víctimas de violencia.

“Cuando se está en una situación de violencia no sabe qué hacer y se siente sola, pero si tiene redes de apoyo y la madurez cognitiva y emocional para quitarse las nubes negras de la mente, busca soluciones”, recomienda. “Repito, todo deviene de la infancia y los malestares comienzan en la infancia”.

Se pudo evitar

La psicóloga insistió que el gran error por parte de la sociedad es no estar informada, pues la violencia infantil no se denuncia por querella, es decir, no es necesario que lo haga la persona involucrada.

“Pudo denunciar un vecino a la Fiscalía o al DIF, y como instituciones deben actuar porque manejan protocolos. No sabemos ser padres, no sabemos ser adultos, si podemos sanar podremos salvar muchas situaciones de riesgo y de peligro, pues el amor se traduce en atención, en respeto, en protección”, destaca la psicóloga.