Jesuitas llegaron a Chiapas en 1956
Alrededor de 70 años y pasar por cinco etapas, se ha forjado el servicio jesuita en la entidad. Cortesía

“Los jesuitas somos como un zoológico, donde cada uno está en peligro de extinción porque somos de muchos modos; hay jesuitas obreros, quienes se dedican a los derechos humanos o a una parroquia, o jesuitas en apostolados laicos”, sostiene el padre Arturo Estrada, de la misión jesuita en Bachajón.

Y acota que “más allá del sacerdocio, lo esencial es servir al mundo y formar parte de un cuerpo de lucha social”.

El padre Arturo trabaja en la implementación de un cristianismo autóctono a través de la “buena palabra y la buena justicia, con una armonía entre todas y todos, siempre y cuando haya una base social que la respalde”.

Trabaja en las traducciones simbólicas y literarias de la liturgia en idioma tseltal y explica el contexto, “en el caso particular de Chiapas, que fue el último en entrar al conjunto del país, y por otro lado, las grandes extensiones de tierras fueron entregadas a terratenientes españoles, generando una identidad indígena muy fuerte porque ante la esclavitud y opresión las identidades se fortalecen”.

Primeros pasos en tierras chiapanecas

Especifica que los jesuitas o la Compañía de Jesús llegaron al estado en 1956 después de una síntesis entre el cristianismo y tradiciones de la región, las cuales han forjado un sincretismo; por ejemplo, en las liturgias se retoma “el altar maya, se gratifica al maíz y se celebra la vida, todo dialogado con Roma y trabajado durante 10 años para que fueran aceptados los ritos y las formas”.

Dijo que a inicios de los 50 fue el obispo Torre Blanca quien pidió a los jesuitas que hubiera un grupo para atender la región, la cual solo estaba conformada por una diócesis. “Una región inhóspita que en esa primera etapa llegó con una misión tradicional: enseñar a leer y a escribir”.

Sin embargo, fue a mitad de los 70 cuando se gestó una época de inculturalización, donde los misioneros comenzaron a aprender la lengua y tradiciones, la cual se cataloga como la segunda etapa, mientras que la tercera se da de 1975 a 1985.

“Esta etapa fue de mucha denuncia en contra de los finqueros que tenían la tierra, y mucha promoción en temas de salud, educación, una amplia alfabetización y, sobre todo, a descubrir cuál era la estructura básica cultural de la gente”.

La siguiente etapa está marcada por la insurrección del 1994 por parte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN); “nosotros siempre estuvimos en contra de las armas, pero como consecuencia vino el recuperar tierras que habían sido robadas y que tenían a la gente en un estado de esclavitud”.

Y ahonda que “de nuestra parte vino el trabajo del Centro de Derechos Indígenas, donde se trabajó para mediar los problemas y la entrega de tierras con finqueros, gobierno e indígenas”.

Explica que la última etapa es la que se vive ahora y que considera que está “llegando a su fin”; consiste en los trabajos de producción de tierra, con fortalecimiento de economía social y solidaria, agroecología y desarrollo sustentable a través del trabajo con asociaciones civiles. A este proceso la llama “pastoral integral, que va de lo social y litúrgico, hasta denuncia social que tiene el evangelio”.

Por otra parte, el miembro del Servicio Jesuita de México (SJM), Arturo Reynoso, explica que actualmente los jesuitas en el país desarrollan su misión en tres puntos de Chiapas: en Arena, Bachajón y Frontera Comalapa, con diversas acciones en apoyo a migrantes y servicios comunitarios para las poblaciones indígenas.

Llegada a México

Reynoso aclara que la Compañía de Jesús llega a tierras mexicanas el 9 de septiembre de 1572. Es un grupo de 15 religiosos bajo las órdenes del padre Pedro Sánchez; ya establecidos en la capital del virreinato novohispano, Sánchez promueve la fundación de un colegio-seminario en 1573, año en que comienzan a recibirse a los primeros novicios.

Para finales del siglo XVI, los jesuitas ya están establecidos en la Ciudad de México, Pátzcuaro, Oaxaca, Puebla, Valladolid (actual Morelia), Zacatecas y Guadalajara, en donde han fundado colegios e iniciado ministerios pastorales, asimismo, iniciar misiones en regiones de Sinaloa, Durango, Coahuila, Zacatecas y San Luis Potosí.

Para el siglo XVIII ya imparten cursos en 26 poblaciones del virreinato, en colegios pequeños, medianos o más grandes, y además cuentan con varios colegios-seminarios.

Sin embargo, en ese siglo son perseguidos y exiliados por conflictos en el reino de España, donde “varios jesuitas mexicanos se dieron a la tarea de producir en su exilio escritos notables de carácter historiográfico, científico, estético, filológico, literario, filosófico y teológico”.

Hoy en día, concluye, “se siguen valorando obras como la notable ‘Historia antigua de México’ de Francisco Xavier Clavigero, ‘La Rusticatio mexicana’ de Rafael Landívar, ‘Las Instituciones Teológicas’ de Francisco Xavier Alegre o las obras de arquitectura y estética de Pedro José Márquez”.