Denuncian a supuesta clínica por daño físico

Maltrato físico, psicológico, mentadas de madre, palabras obscenas y hasta amenazas de muerte son parte de lo que se vive en el Centro de Rehabilitación: Fe, Paz, Amor y Esperanza (Fepae A. C.), ubicado en el lado sur-poniente de Tuxtla Gutiérrez, así lo asegura un par de expacientes.

Contrario a lo que se promueve a través del nombre de la asociación civil, la realidad sobre el tratamiento que las personas reciben en este lugar es muy distante, aseveran Monse “N” y Julio César “N”, pues en ese lugar se les trata bajo amenazas, como el ni siquiera voltear a ver a alguno de sus compañeros o comunicarse con ellos, además de que los alimentos que les dan son preparados sin la más mínima higiene.

Monse “N” comparte que ingresó a la supuesta clínica el pasado 3 de marzo de 2023, sin saber que estaba embarazada; incluso ingresó consciente de que padecía una adicción a las drogas, sin embargo, reconoce que su mayor necesidad de atención es en materia emocional.

Acepta que consideraba algunos tratos como normales por su adicción, pero el pasado sábado 13 de mayo fue golpeada por una persona de nombre Eduardo “N”, quien es uno de los colaboradores de este sitio y que además es de gran confianza del presunto dueño, de nombre Sandro “N”.

Señalan agresiones a embarazada

“Me golpeó sabiendo que estaba embarazada, igual me aventó, me empezó a decir de groserías por el hecho de estar embarazada”, apunta la joven.

Relata que al mismo tiempo que ella era violentada, un joven también era golpeado. Aunque Eduardo “N” les confesó que no sentía satisfacción al golpear a un hombre, puesto que sentía sí satisfacción al golpear a una mujer, al mismo tiempo que la amedrentaba con ofensas, tales como que era una prostituta por estar embarazada.

Los golpes provocaron que la mujer tuviera que ser llevada al médico para que valoraran las condiciones de su bebé.

Otro caso

El señor Julio César también fue ingresado a esta clínica porque sus familiares confiaron en que, al internarlo, podría dejar de lado su consumo excesivo de alcohol.

Narra que él ingresó al sitio a eso de las 11:00 o 12:00 de la noche, del pasado 27 de abril, pero solo recuerda que al amanecer estaba golpeado, pues reconoce que llegó bajo los efectos del alcohol.

“Cuando desperté ya estaba golpeado de mi espalda, de mis brazos y mis piernas, yo no recuerdo si me golpearon, pero cuando llegué ya estaba con moretones mi cuerpo”.

Define que desde el primer día comenzó el maltrato físico y psicológico, por lo que permaneció durante tres días en lo que llaman la “sala de admisión”.

Después fue llevado al área superior del edificio, en donde asegura que fue “rapado”, pues a todos los que ingresan les cortan el cabello de esa forma.

“No puedes ir al baño, no puedes tomar agua a cada rato”, comparte, al mismo tiempo de detallar que todos los días se les da de comer sopa, frijol, lentejas y arroz, además de que únicamente se les permite tomar medio vaso de agua a la hora de la comida.

Condiciones deplorables

Les dan dos minutos y medio para bañarse y para el uso del sanitario solo se les permite hacerlo en dos minutos, además de que no siempre se les permite ir, pues a veces el lugar no cuenta con agua potable y eso reduce la posibilidad de utilizar los sanitarios.

Además, asegura que el agua que se les da de beber es agua sin purificar, puesto que es agua de una pipa. Asimismo, la clínica no cuenta con personal, pues se trata de los mismos internos quienes hacen el aseo y preparan la comida.

El enfermero es un interno y el doctor que atiende ahí ya fue anteriormente un interno. Dentro de los castigos que se les hace cumplir a los que ingresan se incluye permanecer hincados por dos o cuatro horas, o parados hasta por cuatro horas continuas.

Está prohibido hablar con alguien o voltear la mirada a la izquierda o la derecha, porque si lo hacen, se les impone algún castigo o simplemente se les golpea.

Mientras ellos viven en estas condiciones, sus familiares desconocen lo que ocurre ahí, puesto que el proceso mínimo en el que deben permanecer sin contacto con sus familiares es de dos meses y medio.