La curación del espanto en Tuxtla Gutiérrez

Dentro de las tradiciones y costumbres tuxtlecas figura la medicina alternativa de los grupos marginales de barrios y colonias populares. Son muchas las enfermedades que se pueden curar con la llamada medicina alternativa; entre ellas figuran: de “antojo” (se manifiesta con algunos granos en la lengua, por el antojo de chicharrón, costillita o carraca); de “azar” (por sufrir alguna vergüenza, ojos llorosos con picazón); de “basca” (náuseas, asco, repugnancia, malestar estomacal con deseos de vomitar); de “bichos” (lombrices o solitaria); estar muy “bojo” (persona muy delgada, ligera, sin peso, desnutrida); de “brama” (persona excitada con intensos deseos de tener relaciones sexuales); de “buchón” (barrigón, panzudo); de “calambres” (sufrir de contracciones musculares); dolor de “canías” (dolor de piernas); de “chelonera” (tener lagañas); de “chorrillo”, “pringapié” o “cagasón” (que tiene diarrea); de mal de “chuquija”; de cólico; de comezón o picazón (escozor); de copotí (sarna en la cabeza); de “cruda” (resaca por consumo de alcohol); de “cucuyuchi” (tener piojo de gallina); estar “culeco, a” (efectos emocionales por tener hijos recién nacidos); de “empacho” (tener una bola en el estómago y no sentir apetito); mal de “engarrotamiento”; de “espanto” (persona que se le hincha los pies y pierde peso; se le ve muy triste y con mucho miedo); de estreñimiento; de “flato” (desesperación); el “mal de ojo” (se le pone chico un ojo, da mucha fiebre y diarrea); dolor de panza; de “piojos”; de “quemadura”, de “quebradura” (fractura); de comezón del “sisifrís” (picazón del ano); de “tiricia” (enfermo de tristeza, agüitado, apachurrado, apulismado, que le da mucho sueño); de “turicuchi” (perrilla, chalazión, pequeña protuberancia en el párpado, normalmente enrojecido, hinchado y caliente); entre otras.

En los albores del siglo XX, los habitantes de los barrios de Tuxtla Gutiérrez acudían a los curanderos o yerberos cuando tenían algún familiar enfermo. Ellos llevaban, la mayoría de las veces, la curación del enfermo; o bien, ayudaban a bien morir a sus pacientes. Los médicos eran para los “fufurufos”, para las personas que podían pagarles sus altos honorarios. Los médicos más distinguidos, de aquella época, fueron el Dr. Domingo Chanona, el Dr. Ponciano Burguete y el Dr. Rafael Grajales. Y el doctor de los pobres: don Pomposo Paniagua.

Entre los curanderos famosos del barrio del Niño de Atocha aún se le recuerda a don José María Anzá, que fue presidente del Patronato Pro construcción del templo del Santo Niño de Atocha en 1938. Y en el barrio de Colón, a la curandera y adivinadora doña Florinda Lazos Aguilar “La Viborita”, esposa del sastre y marimbista don Rodrigo de la Cruz. Doña Florinda Lazos Aguilar daba consultas, de lunes a domingo, en la 5ª. Avenida Norte, esquina con la 3ª. Calle Poniente número 40. Leía las cartas y adivinaba la suerte.

Ellos curaban, frente al altar de los santos, cuando se trataba de espanto o mal de ojo, a base de rameadas con hojas de cuchunuc o albaca y sopladas (rociadas) con aguardiente al cuerpo del enfermo y se le pasaba un huevo de rancho, envuelto con albahaca o ruda, desde la cabeza a los pies. Con estas “limpias” el paciente se curaba.

Cuando se curaba de antojo, por ejemplo de chicharrón, se le pasaba al paciente un pedazo de chicharrón en la parte afectada de la lengua o de la boca llena de granos, y después se lo daban a comer. Y cuando era “mal de ojo”, el curandero decía: “A este niño le echaron ojo”. Inmediatamente le rociaba, tres veces, la cara y cuerpo de aguardiente, le pasaba un huevo de rancho, envuelto con unas ramitas de ruda o de albahaca, por todo el cuerpo, empezando por la cabeza a los pies. El curandero evocaba a todos los santos, en particular al Santo Niño de Atocha, a la virgen María y a San Martín de Porres. Quince minutos después, el niño ya estaba normal, contento, se ponía a jugar como si nada hubiera pasado.

Curación espanto

Doña Lupita de Téllez, fundadora del templo del Santo Niño de Atocha, originaria de Puebla, había llegado a Tuxtla Gutiérrez muy enferma de los brazos y de las piernas, las cuales tenía muy engarrotadas, decían que era mal de espanto, pero con la “curación” de nueve días se “compuso”.

A las doce del día la “soplaban” con “trago” y la “barrían” con ramitas de hojas de “cuchunúc”. El curandero, don José María Anzá, le chupaba las “coyonturas” de los brazos y de las “canías”; y con un “buchazo” de “comiteco” le rociaba la cara, los brazos y las piernas; y después le daba otra “ramiada”, pero más “fuerte” para que le saliera la enfermedad.

¡”Enfermedá” mala, ya “salite” de esta pobre almita inocente, ya no estés chingando!”, le decía y la “ramiaba” duro, una y otra vez.

Y por más que el curandero le echaba “jule a su mano”, la enfermedad no salía “para fuera”.

“¡Por la santa memoria del Santo Niñito de Atocha, ya “andáte”, por favor!”... “Y diay, pues, ¿“aquióras”, te vas a ir desgraciado?”

Hasta que la enfermedad se aburrió de tantos ramazos y de que el curandero le estuviera escupiendo trago con saliva, se fue.

“Habrá quien te quiera, pero no quien te ruegue “chunquitía”, dijo la enfermedad y se fue huyendo pa’ Las Animas.

Fue así como sanó doña Lupita de Téllez, mujer blanca, “colochita” llena de canas, de mirada triste, vestía casi siempre de trajecito negro, de mangas largas, con su bolso de mano, y tenía como sesenta años de edad.

En Semana Santa, muchos curanderos aún continúan rameando, en forma anónima, en los templos del Señor de los Milagros, el Calvario, Santo Niño de Atocha, San Jacinto, El Cerrito, San Pascualito, San Roque, entre otros.

¡La medicina alternativa aún sigue vigente en Tuxtla Gutiérrez!.