El primero de mayo de este año amaneció como cualquier otro día, sin embargo, para Mariela Santillán fue el comienzo de un camino que nunca imaginó recorrer.
Al tocarse el pecho, sintió algo extraño: un bulto; pequeño y silencioso, pero con un peso enorme.
En ese instante, el miedo le corrió por las venas y la certeza se volvió pregunta. “Corro hacia mi esposo y le comenté que tenía algo anormal en mi pecho”, recuerda.
Al día siguiente, acompañada de su prima, cuenta que acudió a la clínica de la mujer más cercana. El diagnóstico inicial fue desconcertante: “tienes dos nódulos, uno en cada mama”. Nunca antes se había tocado un quiste o un nódulo, nada. Esa noticia fue el punto de partida de un proceso que cambiaría su vida.
Quiste benigno
El ultrasonido confirmó lo temido. “En la mama derecha, solo un quiste benigno; pero en la izquierda, un nódulo sospechoso”.
Afirma que la doctora le habló de un Birads 3, esa escala que mide el riesgo y la incertidumbre.
A Mariela la citaron unos meses después, pero la angustia no entendía de calendarios. “No podía esperar tanto, estaba asustada y desesperada”, confiesa.
Menciona que buscó una clínica especializada y enfrentó el diagnóstico con decisión y miedo a partes iguales.
Posteriormente, consultó a su ginecólogo, quien le ofreció dos caminos: una biopsia con aguja o una cirugía. Luego de hablar con su familia, decidió no posponer el destino y optó por la cirugía. El 27 de mayo, un día después del cumpleaños de su hijo mayor, entró al quirófano por primera vez. “Fue ambulatoria -dice- llegué en la mañana, y salí con una parte de mí distinta”.
Semanas después, el resultado confirmó lo que temía: cáncer de mama triple negativo ductal infiltrante en etapa II, uno de los tipos más agresivos. Hoy, en el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, su historia se alza como una voz entre miles, que no busca compasión, sino conciencia.