La parroquia de Guadalupe en Tuxtla Gutiérrez recibió a fieles católicos devotos a la virgen morena del Tepeyac, tanto peregrinos como antorchistas de distintos municipios de Chiapas y ciudades del país para ver su coronación y cantarle las mañanitas, como tradicionalmente se hace cada 12 de diciembre en México.
En la última misa del día 11, todo estaba listo y los asistentes esperaban ansiosos por entonar las mañanitas a su virgen morena. Quienes acudieron puntualmente a la parroquia, pues a las 11:00 de la noche no cabía ni un alfiler, tanto dentro del recinto como en la explanada del mismo. Eran incontables.
Y es que la coronación y el canto a la virgen de Guadalupe no es cualquier acto tradicional; se trata pues de la madre de la nación, que es lo que ella significa para muchos católicos mexicanos.
“Ella es nuestra madre y como madre merece todo”, dijo un antorchista proveniente de Tonalá, quien lleva 10 años de recorrer la carretera a Tuxtla para verla y poderle cantar.
Coronación
¡Viva la Virgen de Guadalupe!, se escuchó al unísono por parte de los presentes en punto de las 00:00 horas del 12 de diciembre, tres minutos después de su coronación.
Cada visitante llegaba al recinto de la parroquia con algo en las manos, ya sea imágenes de la virgen, veladoras, cruces, fotografías de distintos santos católicos y flores, muchas flores; desde una rosa, hasta arreglos elaborados con girasoles, rosas blancas, algunas rojas, muchas flores blancas de todo tipo, que recuerda la pureza de la virgen, no solo la condición con que concibió a Jesús, sino la pureza de su corazón, de su humildad y del amor que a muchos les recuerda que ese es el sentir de la madre, puro, como la virgen le tiene a los mexicanos.
Así como esas flores blancas y amarillas como es el resplandor del sol a su espalda y otras hermosas de la creación, fue la corona que colgaron sobre la imagen de la virgen.
Multitudes la visitan
Pese a que el recinto y su explanada estaban abarrotados, ninguno se quedó sin ver su imagen, encender una veladora, entregar un arreglo de flores o cantarle con el alma y el corazón, no solo las mañanitas sino otras melodías, desde el tradicional Himno a la Guadalupana hasta cantos que se identifican dentro de la música popular mexicana, como la que entonaron unos antorchistas que llegaban de Las Rosas, con su uniforme, tenis, paliacates amarrados en la cabeza y el indicio en la ropa y en la piel de que sostuvieron un largo tiempo la antorcha en el camino.
“Morenita yo te estoy queriendo tanto, que en mi pecho te quedaste para siempre. Entre gente que viene y que va. Tu ausencia se siente más”, fue la canción que cantaron, llamada Morenita, de Marco Antonio Solís.
Fuera del recinto
Luego de la misa, de los cantos, de las flores, de los llantos de emoción; la magia y la devoción se extendía en la calle, especialmente en el parque Jardín de la Marimba, lugar donde los peregrinos foráneos no solo descansaban cubriéndose con colchas por el frío y por taparse los ojos de la luz de las lámparas, sino también escuchaban música con grandes bocinas para ambientarse y bailarle a la morenita del Tepeyac con antorchas en mano; lo cual invitaba a que, por lo menos los que observaban movieran tan solo el pie, quedándose con ganas de unirse al jolgorio.
Se podía ver imágenes y altares pequeños e improvisados con cuadros que habían sostenido en todo su viaje.