La masacre de Acteal fue un parteaguas: obispo

La masacre de 45 tsotsiles ocurrida en Acteal el 22 de diciembre de 1997 “fue un parteaguas en la historia de esta región de México que es Chiapas”, afirmó el obispo emérito de Saltillo Coahuila, Raúl Vera López.

“Fue algo que convulsionó enormemente, no sólo a la sociedad mexicana, sino a la internacional” y “Dios nuestro Señor hizo que se conociera la rectitud, la actitud y sobre todo el apego a la justicia de esta comunidad de los pueblos indígenas de Chiapas”, agregó.

Vera López, quien era entonces obispo coadjutor de la diócesis de San Cristóbal, reiteró que “fue impresionante cómo repercutió” la masacre.

El prelado dijo lo anterior al dictar la conferencia titulada “Convicción y esperanza, construyendo el camino a la justicia”: “estábamos seguros de que detrás (de los hechos) había cuerpos gubernamentales; no era cualquier cosa lo que estaba pasando ahí. Lo hicieron como una manera de desprestigio, como que se entendiera que había sido una reyerta entre las poblaciones de ahí. Una cosa muy falsa”.

Continuó: “Murió gente muy valiosa. A mí me ha tocado la fortuna, digámoslo así, de que quedara grabado en mi vida eso. De modo que cuando a mí me sacaron de Chiapas (el Vaticano lo envió como obispo de Saltillo en 1999 cuando tenía derecho de sucesión por ser coadjutor) supe por qué fue. Mucha gente de política e incluso de autoridades de iglesia esperaban que yo llegara a ponerle un hasta aquí a don Samuel en su trabajo por los pobres, por los indígenas. Esa fue una cosa que me impresionó mucho”.

El martirio de los 45 tsotsiles de Acteal, remarcó Vera López, “me cambió la vida, dio un impulso a mi trabajo y después ya no les gustaba que yo hubiera defendido el trabajo que aquí hacía la orden (de los dominicos) y a los cuatro años me mandaron a la diócesis de Saltillo. Me querían mandar a una diócesis con 20 sacerdotes como para que entendiera que yo no había hecho lo que querían, lo que me habían pedido que hiciera”.

Recordó que cuando llegó a San Cristóbal en 1995 como obispo coadjutor, “me puse con don Samuel a seguir organizando a los hermanos y a seguir defendiendo la justicia; hubo gente que logró que me sacaran de aquí y me mandaran a Saltillo”.

Comentó que, con las visitas que previamente había realizado “fui conociendo todo el trabajo que la diócesis había hecho a partir de aquella miserable actitud con la que la trataron los malvados, entre los que estaban comprometidos gente de gobierno, los finqueros y otras gentes. Pero esos mártires a mí me hicieron diferente. Su sangre me dio una manera muy radical de ver la vida”.