Las Vírgenes de la Candelaria, del Rosario y María de Olachea, son las protagonistas de las festividades denominadas “bajadas de las Virgencitas de Copoya”, tradición reconocida a nivel nacional como la fiesta con mayor tiempo de duración, pues el ritual se completa en hasta 60 días.
Las celebraciones en torno a las llamadas Vírgenes de Copoya son una tradición que data del período colonial de Chiapas, introducida por la Iglesia Católica a través de los sacerdotes predicadores dominicos, coincidieron Dolores Aramoni Calderón, antropóloga local, y Sergio de la Cruz Vázquez, investigador de la cultura Zoque.
Narraron que el origen de esta costumbre se remonta al siglo XVIII, cuando los zoques adinerados de Tuxtla Gutiérrez crearon una estancia vacuna para resguardo de ganado al sur de la comunidad, a un costado del Cerro Mactumactzá, sobre la meseta de Suchiapa, estancia que hoy es conocida como Copoya, palabra que significa “lugar de luna llena o donde brilla la luna”.
Los primeros registros evidencian que los rituales iniciales tenían por objetivo tener una buena cosecha agrícola.
Rosario
La primera virgen en asentarse en la estancia vacuna de lo que es hoy es conocido como Copoya, fue la Virgen del Rosario, posteriormente se crea una ermita, y junto a la figura de la misma virgen se coloca otra imagen, de la Virgen de Candelaria.
La Virgen de Candelaria en el siglo VXIII pertenecía a la iglesia de Santo Domingo, ubicada en la colonia Terán, donde también existía una estancia ganadera, la cual generaba recursos económicos que pretendió controlar el sacerdote de la misma iglesia.
Esta situación laceró la relación entre el clérigo y los habitantes de Terán, motivo por el cual los teraleños escondieron la imagen en la ermita de Copoya.
Para finales de 1800 la señora Gertrudis Olachea de Esponda donó a Copoya una tercera advocación; se trata de la Virgen María de Olachea, la cual en su origen es una imagen de Santa Teresa, aunque no queda claro si se trata de Santa Teresa del Niño Jesús o de Teresa de Ávila, explicó Sergio de la Cruz Vázquez, investigador de la cultura Zoque.
Antes de finalizar el siglo XVIII, las Vírgenes de Candelaria, el Rosario y Olachea, ya se encuentran juntas, y aunque es incierto el momento exacto en que comienzan a suscitarse las bajadas de las Virgencitas de Copoya a Tuxtla Gutiérrez, Aramoni Calderón comentó haber encontrado un documento del mismo siglo, donde una mujer prioste (mayordomo de una hermandad o cofradía), se niega a pagar la fiesta de las vírgenes, si éstas no bajan a la ciudad.
Debido a lo anterior, las Vírgenes de Copoya, también conocidas como Copoyitas, comenzaron a bajar a Tuxtla Gutiérrez cada año, viaje que se convirtió en una tradición zoque con historia.
Festividad
Esta tradición está dividida en dos bajadas que hacen las Vírgenes de Copoya a Tuxtla Gutiérrez. La primera visita de las figuras religiosas inicia el 30 de enero y regresan hasta el 30 de marzo a su lugar de origen (Copoya), posteriormente vuelven a bajar hasta el 14 de octubre, para culminar su viaje nueve días después, es decir, el 23 del mismo mes. Finalmente ese día emprenden el viaje de vuelta.
El 30 de enero es la fecha inicial de la festividad de las “Copoyitas”. Los devotos se reúnen entre las ocho y nueve de la mañana, cargueros, danzantes y fieles, para preparar a las tres vírgenes que serán bajadas; las imágenes son colocadas en cajones de madera cerrados, envueltos con petate y flores, coronados.
Una vez preparadas, se pasa a la casa del presidente de la junta de festejos, en donde se toma pozol y se baila el Yomoetzé (baile de mujeres). Finalmente se procede a salir hacia Tuxtla. Las imágenes son cargadas con mecapales por quienes lo solicitan previamente al prioste. Muchos llevan a alguna de las tres vírgenes por promesas o deseos que pretenden les concedan.
El desfile de los devotos a esta tradición debe ser encabezado por el danzante de la pluma (Napapoketzé). Esto ha cambiado en los últimos años, debido a que se ha popularizado que delante de ellos vaya un grupo de parachicos, posiblemente por el colorido y algarabía de ellos.
Cabe destacar que el recorrido total desde la salida de la iglesia de la Virgen de Candelaria en Copoya, hasta la casa del primer prioste en Tuxtla Gutiérrez, que en este año fue en la colonia Terán, ubicada en 2ª Poniente y 4ª Sur, es de aproximadamente cinco kilómetros.
Develación
Al llegar a la casa del primer prioste, se entra a la capilla que el mismo ha construido en la casa, ya sea de manera modesta o un poco más elaborada. Las imágenes son retiradas de sus cajones para rezarles, después son llevadas a una pequeña caseta de manta, conocida como yotetoc, colocada en el patio.
En la caseta cada imagen es vestida con los bastones preparados por el primer prioste madre. Asimismo, las figuras son coronadas con plata, para luego ser colocadas en el altar.
Después de esto prosigue el convivio que es interrumpido entre las 2 y 4 de la tarde por la danza de Yomoetzé.
En la mañana del 31 de enero se realiza la procesión de la casa del primero a la del segundo prioste madre, de donde se partirá al día siguiente a la casa del primer mayordomo. El desarrollo de la fiesta se da de la misma manera en ambos lugares. En estas procesiones las imágenes ya no son guardadas en cajones de madera, sino solo cubiertas con velos tejidos.
El 2 de febrero, día propio de la celebración de la Virgen de Candelaria, se convive toda la mañana en la casa del prioste. Alrededor de las 4 de la tarde tiene lugar otra vez la danza Yomoetzé, para luego salir en procesión a la casa del segundo mayordomo, en donde se realiza una vez más la danza y el ritual.
Para el 3 de febrero y mes de marzo, antiguamente las vírgenes subían a su lugar en Copoya en los días inmediatos a la fiesta de Candelaria, sin embargo se ha extendido cada vez más la práctica de las “pedidas”, esto significa que la familia que desea tener en casa a la vírgenes, las “pide” previamente, las recibe en su casa, les realiza un rezo y fiesta durante un día.
Es así como las vírgenes van de casa en casa hasta por 60 días.
La visita de las vírgenes a diferentes casas tiene la intención de recaudar fondos para el mantenimiento de la iglesia de las “Copoyitas”, pues en cada festejo se solicita una cooperación voluntaria a cada uno de los presentes.
La disputa de las vírgenes
En el año 2004, el sacerdote Severo Castellanos Valenzuela pidió a los devotos entregaran a las “Copoyitas” para que se quedaran permanentemente en la iglesia de la Virgen de Candelaria de Copoya, así también se modificaran las fechas de la festividad, esto, según el clérigo, porque la festividad de la bajada de las vírgenes, más que una tradición era una costumbre pagana que solo alentaba el consumo de alcohol y dejaba de lado la parte religiosa, dijo Sergio de la Cruz Vázquez.
Sin embargo, los devotos contradijeron las peticiones de Castellanos Valenzuela, demostrando que la tradición se llevaba a cabo tal cual como se hacía desde el origen de la misma, y que de ninguna manera permitirían que la iglesia interviniera en las decisiones de la festividad de las “Vírgenes de Copoya”. El sacerdote, a través de otras personas provenientes del municipio de Ixtapa y otros lugares, amenazó con quemar la casa donde las vírgenes eran resguardadas.
Debido a lo anterior, los encargados y dueños de la casa en que se resguardaban las “Copoyitas” decidieron entregar las vírgenes. Posteriormente, familias de Tuxtla Gutiérrez donaron a los encargados principales de esta festividad las tres vírgenes, por lo que la tradición no pudo ser cesada, aunque las primeras vírgenes ahora ya permanezcan en la iglesia de Copoya.
En cuanto a Castellanos Valenzuela, cabe destacar que ésta no era la primera vez que ocasionaba este tipo de disturbios, ya que munícipes del municipio de Ixtapa informaron que el eclesiástico pidió a los feligreses compraran una camioneta para emergencias, sin embargo el carro después de ser comprado y entregado al mismo sacerdote, nuca estuvo dispuesta para ninguna emergencia suscitada, pero sí para el señor sacerdote, sostuvo De la Cruz Vázquez.