Académicos y organizaciones de la sociedad civil enviaron una carta a la Secretaría de Salud federal para urgir a que se tomen acciones frente a la grave amenaza a la salud y al ambiente por la autorización del uso de los insecticidas clorpirifos etilo y clorpirifos metilo.
Se trata de un compuesto neurotóxico, pues afecta el sistema nervioso al inhibir la enzima acetilcolinesterasa (AChE). Su permisividad vulnera el derecho a la salud, al medio ambiente limpio, saludable y sostenible y a una alimentación saludable, explica el documento firmado por la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas en México (Rapam).
En un mapeo previo que hicieron con investigadores de la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN), un estudio in vivo —con organismos vivos, hecho en 2020— muestra que en Chiapas existe resistencia a este plaguicida en Aedes aegypti y Aedes albopictus. Mientras que en un estudio ambiental de 2017 encontraron residuos de clorpirifos en un cultivo de papaya.
Por ello, en la investigación muestran evidencias de los efectos del clorpirifos en la salud humana, específicamente en trastornos del neurodesarrollo, la calidad del sueño, así como patrones de exposición ambiental y ocupacional en diversas poblaciones de México.
“Se ha confirmado su presencia en diferentes matrices ambientales como lagunas y sedimentos, leche comercial pasteurizada, agua de escorrentía, desagües y ríos, en distintos estados de la república”.
Los residuos de clorpirifos se han hallado en alimentos como frutas, vegetales, maíz, panales de miel y cera. Además, es mortal para abejas, peces y otras especies como invertebrados, anfibios, aves y mamíferos.
A pesar de toda la evidencia no existe un monitoreo sistemático, tampoco vigilancia en el agua ni se cuenta con información sobre las intoxicaciones causadas por este u otro plaguicida en el país.