Un acto muy emotivo resultó la entrega de la medalla Rosario Castellanos a la reconocida arqueóloga Fanny López Jiménez, quien admitió que al enterarse que sería galardonada lloró de emoción.
Protocolo
El acto protocolario de entrega dio inicio alrededor de las 11:00 horas de este jueves 8 de agosto, tal como se anunció en días pasados.
Los asientos para invitados en el salón de sesiones se abarrotaron de funcionarios, así como de familiares y amigos de la galardonada, tanto que “no cabía ni un alfiler en el sitio”.
La presidenta de la mesa directiva, Sonia Catalina Álvarez, anunció el inicio de la sesión y el posterior ingreso de un grupo reducido de diputados que hicieron compañía al gobernador del estado, Rutilio Escandón Cadenas, quien estaba junto al magistrado presidente del Poder Judicial del Estado, Guillermo Ramos Pérez y por supuesto la arqueóloga Fanny López Jiménez.
Orgullosa
Sin lugar a dudas, el saberse ganadora del reconocimiento más importante que puede brindar el Congreso de Chiapas es un motivo de orgullo, no solo para la persona elegida, sino para quienes se han sumado a la consolidación de un proyecto de vida, llámense amigos, familiares, conocidos, vecinos y todo aquel que se sienta parte del triunfo.
El máximo galardón que entrega el Congreso de Chiapas, fue colocado desde la Mesa Directiva del Salón de Plenos por el gobernador Rutilio Escandón. En un instante que seguramente envuelve muchas vivencias y anécdotas, esfuerzos y momentos decisivos y así fue descrito en el discurso de Fanny López Jiménez, a quien en un instante de su discurso en tribuna, se le “cerró la garganta” pero una emotiva ola de aplausos le permitió continuar.
Discurso
En la parte cumbre del discurso, la reconocida arqueóloga comparte: “Ser galardonada con la Medalla Rosario Castellanos, es un gran honor y un compromiso que acepto con responsabilidad y orgullo, la acepto con la plena responsabilidad y con el firme propósito de seguir escudriñando el pasado prehispánico de Chiapas, del que me siento heredera y cuyo acontecimiento a pesar de mis esfuerzos apenas he llegado a rozar”.
“Me he perdido en la selva y en su oscuridad infinita, he rogado a mis ancestros poder salir de ahí para reunirme con mi hijo, me han sorprendido tormentas en medio de los cerros feroces, corrientes de agua agua me han arrastrado y sumergido al atravesar los ríos caudalosos de mi estado”.
“He recorrido las puertas del inframundo, cavernas de roca sintiendo como cada uno de mis pasos levantan el polvo de mis antepasados, he descendido por paredones de piedra para explorar sus recónditos espacios, último refugio de lo sagrado y mi única finalidad ha sido llegar a entender quiénes somos como chiapanecos y cuál es nuestro lugar en este mundo, el color rojo que ahora visto define mi pasión por la arqueología, sé que es difícil de creer, pero inconscientemente desde siempre, supe que iba a ser arqueóloga, no era normal que una niña nacida en un estado tan alejado de todo, tan aislado y tan pobre una niña que fue la sexta de siete hermanos, hija, de un modesto mecánico y de una ama de casa, una niña que fue la primera de la familia en asistir a la universidad, de una niña que creció en un hogar”.
El salón es invadido por los aplausos que la motivan a continuar con su discurso: “En donde los libros eran un artículo de lujo! ¡Que una niña como yo soñara con ser arqueóloga, pero así fue créame!”.
Tras de ello, expone que ahora, la arqueología con enfoque de género ocupa su atención, mientras redacta su tesis de doctorado.