Los guardianes de la Selva Lacandona

La Selva Lacandona es un “pulmón vivo” dentro de Chiapas. En medio de estos rincones, rodeados de vegetación que esconde las riquezas naturales más importantes del país, ahí caminan los guardianes del ecosistema. Son los jóvenes quienes ahora promueven la educación ambiental, el monitoreo de la fauna y hasta los cultivos sustentables.

El linaje que los cubre es ancestral, puesto que son la generación que tiene la labor de hacer nuevas redes de protección del agua y todo lo que rodea a la comunidad en la que se desplazan.

La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) participó de forma activa para impulsar a cuatro personas (dos mujeres y dos varones) en un programa de capacitación efectuado en el Centro de Educación Ambiental y Cultural llamado Muros de Agua-José Revueltas, en las Islas Marías, un sitio que antes fue un centro penitenciario.

Historias de cuidado de la naturaleza

Gabriela Chan Jiménez, Eduardo Chankin, Bricelly Esmeralda Mendoza Kin y Carlos Ananías Chambor Sánchez cuentan ahora con los conocimientos suficientes sobre la riqueza cultural del territorio que resguardan, además, de lo que representa el agua, la flora y la fauna para la vida y para un desarrollo armonioso con la naturaleza.

La conservación que se hace en la Selva Lacandona se extiende a siete áreas naturales protegidas (ANP): las reservas de Montes Azules, Lacan-Tun, Bonampak, Yaxchilán, Chankin, Naha y Metzabok.

Trabajo comunitario

Chan Jiménez es licenciada en Gestión y Desarrollo Turístico. Su aporte lo hace en Lacanjá Chansayab, una comunidad que se ubica sobre la reserva Montes Azules, que es un sitio protegido por 331 mil 200 hectáreas con más de mil 135 especies de invertebrados.

A ella le fascina el mundo de las aves rapaces y de los mamíferos. Mediante el monitoreo —relata— pueden obtener un balance de la salud del ecosistema, toda vez que hay especies que funcionan como indicadores del estado de la selva.

La vigilancia se hace sobre los senderos que posee la comunidad. Con una libreta de campo anotan cada una de las aves que observan en todo el trayecto, aunque en algunos puntos demoran entre 10 y 15 minutos para hacer la observación visual y auditiva.

La sensibilización del tema ambiental no se limita a solo esa actividad, también lleva mensajes de educación ambiental a las instituciones en los niveles básico, medio y superior.

Chan Jiménez, guardiana de la selva, usa la cámara trampa no solo para ver a los mamíferos, también para analizar el comportamiento que tienen dentro de su hábitat natural. Justo al amanecer, a las cinco de la mañana, comienzan todas las actividades.

Preparación que ayuda

Las caminatas se pueden extender a lo largo de 11 kilómetros; con un grupo de 12 personas más, llamado Ka‘nan k’ax (en maya) y que en español significa “guardianes de la selva”, han sumado dos años de trabajo.

La meta es encontrar al ejemplar más emblemático en este entorno que es el jaguar, pero solo han observado en los videos al tapir, puma, ocelote, jabalíes, venados, así como el hocofaisán.

En el caso de las aves, también han documentado al zopilote rey, que no es tan fácil de avistar. También han sobrevolado —y han sido captados— gavilanes, halcones y ejemplares de aguililla blanca. Se ocupan cinco cámaras trampa que se colocan en un lugar que sea un sendero de fauna o donde haya rastros de escretas o huellas.

Después de ajustar el método-prueba, pasan entre 15 y 20 días para hacer la inspección del equipo y extraer la información. Para Chan Jiménez, hacer el monitoreo representa un trabajo importante, pues ha sido testigo del deterioro del ecosistema y de la disminución de algunas especies como el jaguar.

Otros trabajos de conservación

Eduardo Chankin también pertenece a la cultura maya lacandón. Él tiene como propósito promover su cultura a través de pláticas y monitoreo. Sin embargo, su esfuerzo se extiende a coordinar los trabajos en el Santuario de Cocodrilo “Tres Lagunas”.

Todo el trabajo que realizan —agregó— forma parte de la esencia que los identifica como mayas. Toda la transmisión de conocimientos se ha dado con el paso de las generaciones, lo que se traduce en gestionar de forma adecuada los recursos naturales.

“Nací en la selva, vivo en la selva. Uno se va formando a través de esta parte de nuestra cosmovisión; me fui involucrando más en un aspecto de una conservación más activa”, relató.

Con el alcance de la globalización, describió que hacer labores de conservación implica una participación de otros actores que entiendan la cultura maya lacandón. Con el acompañamiento de instituciones como la Conanp, el tema de la capacitación permite que haya mejores estrategias de conservación.

Chankin colabora en su comunidad con labores de monitoreo y pláticas de educación ambiental, aunque aspira a que en un futuro pueda aportar más para tener mejores espacios naturales.

También lleva a cabo la creación de contenido en redes sociales sobre la importancia de los cocodrilos, por lo que de esa manera ha podido llevar el mensaje a más personas. Con eso se puede ampliar la información de la importancia de mantenerse a ciertas especies como cocodrilos, felinos o serpientes.

Infancia, clave para la sensibilización

Carlos Ananías Chambor Sánchez es oriundo de la comunidad Lacanjá Chansayab y su función principal es llevar temas de educación ambiental ante la parte social. Dicha labor se realiza en la parte de la educación básica, en escuelas primarias.

La idea es que las nuevas generaciones entiendan la importancia de proteger el bosque. Con esto, añadió que aporta un granito de arena en su territorio para cuidar de los recursos naturales. Él comenzó con sus funciones desde hace dos años y en las escuelas realiza prácticas y talleres.

Dentro de las guardianas aparece Bricelly Esmeralda Mendoza Kin. Ella es ingeniera en Manejo de Recursos Naturales; su enfoque se ha centrado en los huertos tradicionales, en especial con la agricultura orgánica.

Ella también —con el acompañamiento de la Conanp— ha logrado rescatar saberes para implementar la milpa tradicional lacandona. Siembra productos que son nativos y dentro de estas acciones está el rescate de las plantas nativas: el rábano, la zanahoria, el cilantro y la sandía son algunos ejemplos de los insumos.

La milpa tradicional también se compone de maíz, piña, calabaza y hasta yuca. Eso es lo que se genera en la zona.

La diferencia es que este método también busca conservar el medio ambiente.

Estas mujeres y hombres se han convertido en los nuevos guardianes del bosque, de un territorio que está incrustado en la Selva Lacandona.