La Mayordomía Zoque de Tuxtla Gutiérrez ha perdido a dos de sus destacados integrantes en los últimos meses. Por un lado, Sergio de la Cruz Vázquez, quien fuera mayordomo, y por otro, Rosel Hernández, como destacado maestro ramilletero. El trabajo de ambos fue clave para enmarcar a una generación preocupada por su cultura.
Historia
Juan Ramos Álvarez, investigador e integrante de la Mayordomía, escribió el artículo “Los zoques de Tuxtla, desde la independencia hasta finales del siglo XX” dentro del libro “Los Zoques de Tuxtla”, editado por el Instituto Tuxtleco de Arte y Cultura (ITAC).
En el artículo, considera a Tuxtla como un espacio dedicado a la agricultura, cuya población mayoritaria era indígena. Cita al doctor Juan Pedro Viqueira para señalar que en el censo poblacional de 1862 aparece que en Tuxtla y lugares anexos había tres mil 514 indígenas y mil 854 ladinos —integrados entre españoles y mestizos—
En el censo de 1900 que tiene una población de 13 mil 292 habitantes y solo 254 personas son indígenas zoques, es decir, dos por ciento del total.
“El mestizaje estaba cobrando fuerza, lo que se ve reflejado en la pérdida de la lengua y en la transformación de la indumentaria”. En menos de 50 años la población zoque de la capital pasó de ser el 68 al 2 %.
Álvarez, a través de Dolores Palomo, describe a la cofradía como una asociación religiosa con carácter voluntario, aunque las primeras fundaciones en América fueron impuestas por la Iglesia.
“Muy tempranamente los pueblos de indios comenzaron a fundarlas y adoptarlas como una institución propia”.
En Tuxtla Gutiérrez, la cofradía fue mutando hacia la mayordomía, compuesto en su mayoría por zoques. Debido a que las primeras perdieron su esencia colectiva, entonces el mayordomo pasó a ser el administrador y tesorero de la asociación y tuvo que financiar y organizar la fiesta patronal del santo con los ingresos de su propio bolsillo.
Dedicaron su organización y devoción a las vírgenes de Copoya, Candelaria, del Rosario y Olaechea. Así como a San Marcos.
En el mismo libro, el investigador Miguel Lisbona Guillén reflexionó acerca de la presencia zoque en la capital, considerándolos como “los menos indios de los indígenas chiapanecos”.
Consideró que las prácticas que llevan a cabo los zoques de Copoya y Tuxtla Gutiérrez no son más que resabios paganos, supersticiones que es mejor eliminar como una especie de golpe de estado al ritual y al propio poder de las imágenes.
“Llamar al rescate cultural de tradiciones o sujetarlas en espacios determinados condena a la petrificación del hecho cultural, caracterizado por su constante dinamismo, y ubica en el pasado la obsesiva exigencia de identidad de individuos o grupos humanos determinados”.
Ante este contexto, De la Cruz Vázquez y Hernández Mendoza fueron ejemplo clave de sus esfuerzos por engrosar la cultura a través de sus conocimientos tradicionales y orales, más allá de los académicos. Su interés se denotó hasta los últimos días de sus vidas. Por lo que aquí dejamos algunos ejemplos claros para reconsiderar la ausencia que dejan para las siguientes generaciones de la Mayordomía zoque.
Rosel Hernández Mendoza falleció el pasado 21 de abril del presente año, a los 74 años de edad, participante destacado de la comunidad zoque, quien obtuvo cargos como segundo maestro ramilletero y músico tradicional.
De acuerdo con una biografía publicada en la Fanpage de la Asociación de Cronistas del Estado de Chiapas, Rosel Hernández Mendoza nació el 5 de mayo de 1949 en la colonia Zaragoza, que pertenece al municipio de Villaflores. A los tres años sus padres se mudaron a Tuxtla, donde estudió en la Normal del Estado, y luego trabajó en Jaltenango de la Paz, La Concordia y Revolución Mexicana, para posteriormente regresar a la capital del estado.
Participó en talleres y cursos literarios de narrativa, poesía y crónica. Publicó en diferentes periódicos y revistas locales. Asimismo, es autor de obras como La butaca (2007), Nacapitú (2008) y El Cofrecito Tuxtleco (2009), además de haber sido antologado en varios libros de crónica y narrativa.
Nacapitú fue publicado en el 2008, un título que hace honor a un tamal tradicional tuxtleco. En su primera página se puede ubicar su característico entusiasmo y sentido del humor.
“No sé si al lector le haya despertado el apetito la anterior receta de este delicioso tamal, si es así, espero que el mismo apetito tenga para leer este singular libro, porque les aseguro que al finalizar tendrá un buen sabor de boca”, expresa el libro.
Este ahonda en las creencias, palabras populares y textos humorísticos de la comunidad zoque.
Entre las creencias del libro, se encuentra la de “se lo comió la luna”, que habla que cuando se ve algún niño o niña con labio leporino se cree que la mamá luna se comió un pedazo del labio; “entierro del gallo”, para el ritual de enterrar un gallo negro acompañado de monedas para darle de comer a la tierra. Y “curar la tirisia”, es cuando alguien está enfermo de tristeza, por lo que para cursarse deben ir al río a darles de comer a los peces bolitas de masa durante varios días.
Además, aprovecha para escribir y explicar 288 palabras corrientes del habla tuxtleca. Por ejemplo los siguientes: ancina: sí; apiscaguado: enmohecido; arrecha: coqueta; atascado: goloso; bolo: borracho; cachucha: gorra, entre muchos otros.
Calendario zoque
La otra gran pérdida para la cultura zoque fue sin duda la partida del maestro Sergio de la Cruz Vázquez, quien estudió y se tituló de la licenciatura de Arquitectura en la Universidad Autónoma de Chiapas.
Fue un importante investigador y fotógrafo autodidacta, enfocado a la cultura, principalmente la zoque. Además de su incansable labor como promotor y difusor de esta cultura, también fue participante, teniendo el cargo de primer maestro ramilletero de la Mayordomía zoque de Tuxtla.
Autor de varios libros y un sinfín de artículos culturales publicados en diferentes periódicos a nivel estatal sobre la cultura zoque.
De la Cruz Vázquez inmortalizó el Calendario festivo de la mayordomía zoque de Tuxtla, una de las consideradas de mayor prolongación de todo México. Ahí el investigador mes a mes puntualiza los eventos culturales y religiosos de la comunidad zoque de la capital chiapaneca.
Solo para mencionar, el primer domingo y lunes de enero se realiza la lavada y planchada de la ropa de las vírgenes de la casa del primer mayordomo de la Candelaria. Para el 6, es la desarmada del Belén, guardada de imágenes; aquí se hace el baile de Santa Cruz o del Toñito.
En el segundo domingo y lunes, se realiza la lavada y planchada de ropa en la casa del segundo mayordomo de Oleachea. Para el 15 y 16, es la floreada en la casa de la primer y segunda madre prioste.
Para el 22 de enero, se visten a las vírgenes de Copoya. El 28 y 29 se realiza la floreada en la casa del primer y segundo mayordomo de la Candelaria. Finalmente, el 29, se elaboran los tradicionales ramilletes. Y el 30, se bajan a las vírgenes.
Así pues, ambos representantes fueron reconocido por décadas de dedicación a su encomienda por la Mayordomía. Hace unos meses se fueron y la comunidad lamentó su muerte, pero también recordaron sus esfuerzos por inmortalizar su cultura.