Los lagos del sitio arqueológico Mensabak son el origen del río Tulijá, con cenotes, cuerpos de agua y una montaña que en su interior resguarda ríos subterráneos y restos humanos. Lugar que sirvió de nuevo hogar a poblaciones mayas que huían de la inestabilidad de la civilización del Mayapán, de acuerdo a las investigaciones que durante 15 años ha realizado el arqueólogo norteamericano Joel W. Palka.
“Tulijá, viene de ‘Tulan ha’, concepto que significa el lugar de origen, el lugar donde inician las civilizaciones, también significa creación”, dijo, y a su vez destacando que por eso Mensabak fue resignificado como el lugar de los ancestros y origen de las civilizaciones.
“La gente que venía huyendo y caminando por toda la orilla del río estaba buscando el origen de las aguas, algo importante, porque ellos buscaban un paisaje casi mágico y simbólico, la tierra prometida, una especie de Aztlán, desde su cosmogonía”, dijo el investigador norteamericano.
El antropólogo explicó que en las culturas mesoamericanas habían muchos aztlanes, “era un volver al paisaje original, todos muy semejantes entre sí con una montaña en medio de una laguna. Hay muchos sitios que lo representan y este es el más importante de la cultura maya”, afirmó.
Los desplazados tenían problemas similares a las culturas aztecas, motivados por los cambios climáticos y conflictos por los tributos, sin embargo, destacó que también “hay que ponerse a pensar que el concepto principal de las civilizaciones mesoamericanas es el movimiento, y también tenía que haber movimiento de personas”.
En este caso se conjugaron los problemas de la civilización del Mayapán, ya fragmentada en el año 1300 y los calendarios, por lo que varias poblaciones huyeron a la Selva Lacandona; dejando las grandes ciudades y repoblando otras zonas.
Descubren el paraíso
“Llegaron a la laguna, una montaña de agua con cuevas y cenotes, lo que significaba para los conceptos mesoamericanos, que ahí había almas de personas… Ustedes lo pueden imaginar, vienen huyendo del conflicto, peregrinando y se encuentran el paraíso”, exclamó el doctor.
El investigador Palka explicó que esta civilización maya modificó la montaña de agua, creando un templo con terrazas, planchas y plataformas, sustentando que se convirtió en un centro monumental y un área muy rica para vivir.
Su incidencia en el terreno fue tanta que cuando quitaron la arcilla y barro de los cuerpos de agua para construir sus plataformas, crearon sistemas de canales que conectaban todos los lagos.
Además de hacer reservas de agua con formas de corazón, redondos y cuadrados, para criar pescados, las cuales aún conservan las personas nativas.
Joel W. Palka lleva 15 años trabajando en la comunidad lacandona en excavaciones y que con la ayuda de las personas originarias de la zona han encontrado sellos y esculturas con símbolos únicos de las culturas mayas.