Mercado celebra medio siglo de vida

El cambio de nombre gustó a pocos, molestó a muchos. “Pero la esencia sigue”, la que tuvo en su origen hace medio siglo, indica el líder de locatarios, Juan Morales. Los más de mil 200 hombres y mujeres que día a día dejan parte de su ser entre los pasillos del centro de abastos, lo celebraron trabajando. Globos, mariachi, botanas y música para bailar, amenizaron el singular evento.

Erika sube a una silla para colocar sobre el pasillo los globos de color gris y celeste. Son pocos, como escasos los los marchantes que se detienen en su local donde oferta productos de belleza.

Con su sonrisa tímida, la joven voltea para que su rostro no salga en la grabación del reportero. Quien no esconde su emoción es Adriana, que vende flores. Con música tropical se anima e invita a los clientes a comprar con ella.

De repente, una música de mariachi en vivo, opaca a la grabadora de Adriana, que mejor apaga el aparato. Es el Mariachi Señorial de Tránsito Municipal, que recorre los pasillos del mercado que este día cumple medio siglo de vida.

Las Mañanitas, el Son de la Negra, entre otras piezas, son interpretadas por los alegres músicos que prodigan sus notas entre los más de 900 locales fijos y 300 semifijos.

En uno de ellos, con venta de carne, un hombre de mirada noble, sonrisa amplia y cabello invernal, observa atento. Es Juan Morales Sánchez, el secretario general del mercado. Llegó hace 50 años, siendo un niño de 12 años, con pies descalzos, pero con mucha ilusión. Su madre vendía vísceras, en el local de enfrente de donde se ubica el suyo.

Juan suspira al recordar el inicio del mercado. Han ocurrido tantas cosas en este tiempo. Conoció el amor y desamor. Vio a muchos nacer y también morir. “Se han ido tantos”, dice y sus ojos se ponen brillosos. Le duele el recuerdo.

Eleodora suspira también. Ella vende pozol desde hace 22 años, siempre en el mismo lugar, en el mercado Díaz Ordaz. Su abuelita Cleofas se lo heredó. “Ella vendía verduras que cosechaba en el patio de la casa”, dice. Eleodora, quien prevé heredar el local a su hija.

De los mil 200 locales, apenas uno luce cerrado y otro casi está por cerrar: es de “arreglo de oro y plata”. El orfebre, de cabellos canos como Juan, tiembla al sostener una pequeña pieza de oro. Los clientes escasean. “Ya nadie usa joyas por la inseguridad,” dice. Los empeñan o venden.

El estacionamiento del mercado luce repleto. Son muchos los que llegan a comprar allí. “Es mejor que ir al centro comercial. Allí es más caro y compras cosas que no necesitas. Aquí rinde el dinero”, comenta Luvia mientras baja de su coche y sube la escalera para surtir la despensa semanal.

“Sí, aquí hallas productos frescos, de calidad y a buen precio. En otro lado hay barato, pero echado a perder. Sale más caro pagar doctor y medicinas”, abunda sonriente Alejandra, quien compra pollo y pescado.

El mariachi se aleja y llega un trío de música norteña. Ese no es cortesía del Ayuntamiento, pero tampoco cobra, sólo pide unas monedas a cambio. Y mientras la música sigue adentro, afuera hay un ambiente de relativa calma, sin ambulantaje, sin cadeneros. Dos agentes femeniles de Tránsito ven los autos en doble fila y se muestran tolerantes. Los dejan un rato sin molestar. Es día de fiesta.

La fachada del mercado luce desteñido: la lluvia, el sol y el paso del tiempo han hecho estragos, lo mismo que en el techo. Fue por eso que en abril pasado los locatarios exigieron cuentas claras al Ayuntamiento capitalino. Más de 12 millones de pesos para la rehabilitación no se reflejan en los hechos.

Y aunque Juan Morales felicita a sus antecesores Lisandro Nucamendi y Carlos Banda por sus aciertos, son muchos los que consideran que no hay mucho que celebrar. Por eso los pocos globos, por eso escasas botanas y unas cuantas canciones.

Juan, el líder, le pone “sabor al caldo” y ofrece 20 por ciento de descuento en la compra de carne en su local. “Carne suprema barata hasta el fin de semana”, dice.

Sobre el cambio de nombre, él prefiere el anterior. “Hubo mucha polémica, pero ya que andan cambiando, entonces que le pongan Juan Morales”, comenta sonriente.

El cronista José Luis Castro Aguilar, refiere que fue el 3 de junio de 1968 cuando Gustavo Díaz Ordaz, presidente de la República, acompañado de José Castillo Tielemans, gobernador Constitucional del Estado de Chiapas y del doctor Romeo Rincón Castillejos, presidente Municipal Constitucional de Tuxtla Gutiérrez, que inauguraron el nuevo Mercado Público Municipal “Gustavo Díaz Ordaz”, en homenaje al mandatario de la República.

El cambio de nombres ha originado la falta de identidad entre los habitantes. “Realizar cualquier cambio en los espacios públicos sin consultar con los grupos artísticos, culturales e históricos, es una falta de respeto para los tuxtlecos y para la cultura”, expresó. 

El mercado “Gustavo Díaz Ordaz” sufrió una modificación hace unos años y ahora se llama Juan Sabines; sin embargo, un sector de la población se quedó con el primer nombre”, afirma y tiene razón.

Juan Morales se identifica como “secretario general del mercado Díaz Ordaz”. Luego corrige sonriente: “Ahora es Juan Sabines”, pero es honesto al decir que le gusta más el anterior, le da identidad y evoca recuerdos de su origen. Los locatarios también prefieren el anterior.

“Con este local he sacado adelante a mis hijos, los cuatro con carrera”, dice satisfecha Ludivina, quien vende verduras desde hace 30 años en ese mercado. Y aunque no celebra en grande, externamente, por dentro siente paz por el sentimiento del deber cumplido.

“Si Díaz Ordaz fue el autor de la masacre el 2 de octubre de 1968, no lo sé, ni me interesa, sólo sé que gracias a él en ese año tuvimos este mercado que me ha dado de comer por 50 años y he podido apoyar a mi familia”, añade Raúl, uno de los pioneros junto con Juan Morales, el actual líder. Por eso es el 24 y no el 2 de octubre, el día que ellos no olvidan.

El cambio de nombre gustó a pocos, molestó a muchos. “Pero la esencia sigue”. El mercado “Gustavo Díaz Ordaz / Juan Sabines”, sigue vivo en la preferencia de los marchantes.