La doctora Anamaría Rosales Vargas ha dedicado 17 años de su vida para formarse en la medicina, de los cuales, 10 años ha destacado en la atención del adulto mayor. Es una de las pocas especialistas en geriatría en el estado y la única con una Alta Especialidad en Envejecimiento Cerebral y Demencias en el sureste.
Todos los egresados con título y cédula de especialistas están adscritos al Colegio Nacional de Geriatría, el máximo órgano gremial de este sector médico que agrupa un aproximado de 600 geriatras de todo el país y una cantidad pequeña para el gran número de adultos mayores que existen, unos más de 15 millones según el Inegi.
En Chiapas, aunque poco a poco han ido aumentado los especialistas en geriatría, todavía son muy pocos, y en cuanto a la alta especialidad, el número se reduce mucho más ya que es la única demencióloga en la entidad y en el sureste, mientras que a nivel nacional existen 25.
Anamaría Rosales es originaría de San Cristóbal de Las Casas, a los 17 años tuvo la oportunidad de salir de Chiapas para hacer su desarrollo profesional en la Ciudad de México, donde cursó la carrera de medicina en la universidad “La Salle”, para posteriormente regresar al estado a hacer su servicio social durante un año.
Después de ese lapso ingresó a la especialidad en la que hizo tres años de medicina interna, para luego enfocarse a la geriatría en el Hospital General de México, en la capital del país, el hospital de mayor referencia médica y de formación profesional a nivel nacional.
¿Por qué medicina?
Cuenta que se decidió a estudiar medicina gracias al ejemplo de sus padres que también dedicaron su vida a ello, con total entrega para ayudar a sus pacientes. “Creo que era una vocación que se me dio desde pequeña, y creo que siempre he tenido mucha determinación de que medicina iba a ser lo que yo quería”.
Al terminar la carrera de medicina y ver el panorama de aplicación, le llamó su atención el manejo de los adultos mayores, decidiéndose por la geriatría; motivada también por la excelente convivencia que tuvo con sus abuelos, incluso menciona que fue una niña que creció entre adultos (sus abuelos).
Comenta que cuando lamentablemente ellos fallecieron pudo observar en los hospitales, donde fueron atendidos, que existían muchas limitaciones en cuanto a la atención de la salud integral del adulto mayor; sólo manejaban el cuerpo, la parte biológica, y lo ambiental, familiar, espiritual, era muy poco abordado.
Es una población con la que se ha sentido cómoda, ha tenido muy buena respuesta y la oportunidad de acompañar a muchas personas a bien morir, algo muy importante cuando se habla de adultos mayores en sus últimas etapas que viven con dignidad y alta calidad de vida.
Mejorar la calidad de vida
Ya cursando la subespecialidad en geriatría se dio cuenta también que es una población que conlleva muchos cambios y que requiere de profesionales que puedan verlos como seres “biopsicosociales” para que puedan pasar el tiempo de la mejor forma.
Al ejercer la geriatría observó muchos pacientes que empezaban a tener problemas de conducta, de memoria, en su capacidad de expresarse, de lenguaje, de atención, y que de alguna forma se aislaban, ya que para un paciente con inicios de demencia o deterioro cognitivo, uno de los problemas principales es el contacto con el exterior.
Fue así que nació su interés por el cerebro del adulto mayor, buscando capacitarse en algo relacionado a neurogeriatría o deterioro cognitivo, por lo que aplicó para entrar al Instituto Nacional de Neurología “Manuel Velasco Suárez”, para hacer la Alta Especialidad en Envejecimiento Cerebral y Demencias.
Además hizo una Maestría en Neurología de la Conducta, por el Instituto de Altos Estudios Europeos, con el aval de la Universidad de León de España, obteniendo su certificación oficial.
Experiencias
La doctora Anamaría menciona que trabajar con gente que tiene tanta experiencia es trabajar con maestros. “Mis pacientes son mis maestros”. Con la voz entrecortada recuerda a su primer paciente y lo describe como el que cambió su mundo.
Se trató de un adulto mayor de 95 años, quien le permitió llevarlo en el último momento de sus días, entablando una estrecha relación con él y su familia. “Él pudo elegir el último punto para irse, quería su ceremonia de despedida, y fue un integración muy bella, cosa que pocas veces se ve”.