Mujeres, guardianas del maíz e identidad

“Comer una tortilla de maíz nativo es defender nuestro territorio”, subrayó Luz Bey Méndez, agrónoma y cofundadora de la Red de Guardianas de la Milpa y la Biodiversidad, en la ponencia “El maíz en nuestra vida” que se realizó en el Museo Regional de Chiapas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

El evento resaltó el papel de este grano como base de la dieta mexicana y pilar de identidad y patrimonio vivo frente a los desafíos de la modernidad. La mesa, moderada por Patricia Valera, reunió a figuras clave y entretejió historia, cultura y resistencia alimentaria desde la voz de mujeres rurales, académicas y guardianas de tradiciones.

Revalorizar conocimientos

Bey Méndez subrayó la urgencia de revalorizar los conocimientos agrícolas ancestrales: “el maíz nos hereda dignidad. Somos del siglo XXI, pero nuestras raíces están en la tierra que cultivaron nuestras abuelas”, afirmó al presentar el libro “Milpa corazón”, una compilación de testimonios de campesinos que rescata prácticas en riesgo de desaparecer.

El texto es el resultado de un proyecto colectivo durante la pandemia, ha sido presentado en más de 50 espacios, desde India hasta California, evidenciando el anhelo global por reconectar con lo autóctono.

“En Chiapas, muchos jóvenes son sostenidos por padres que siembran maíz, pero hay un conflicto, ven lo rural como algo que debe superarse”, criticó Bey Méndez, quien llamó a romper estereotipos y a transformar (sin negar) las tradiciones.

Papel de las mujeres

Marisol, licenciada en turismo y culturóloga, enfatizó el rol de las mujeres indígenas como guardianas no solo del maíz, sino de la lengua y la espiritualidad.

Relató su experiencia en comunidades donde la siembra se guía por ciclos naturales, no por el calendario grecorromano, y sostuvo que “perder esa conexión con la tierra es romper un ciclo sagrado”.

Por su parte, Alma Guadalupe López Clemente, doctora en estudios regionales, analizó la transición alimentaria en la cultura zoque de Copainalá, donde lo tradicional convive con lo industrial.

Resistencia

“En los altares rituales hay galletas y refrescos, símbolos de una historia de migración y adaptación”, explicó. Destacó la resistencia culinaria, como los tamales de yuca, y criticó las políticas que estigmatizan alimentos ancestrales con sellos de advertencia, diseñados para productos ultraprocesados.

Marisol, vinculada a la Escuela de Estudios Agropecuarios en Copainalá, alertó sobre el declive en el interés por la agronomía entre los jóvenes, seducidos por la tecnología.

“Sin maíz, no hay futuro. Debemos enseñar que un elote criollo, aunque pequeño, nutre más que cualquier transgénico”, insistió.

Propuso integrar en las aulas prácticas comunitarias y emprendimientos que vinculen la academia con el campo, como la venta de huevos orgánicos o derivados del maíz.

El evento cerró con un mensaje unánime “el maíz es un acto político de resistencia”. Las ponentes coincidieron en que su preservación requiere políticas públicas que apoyen a pequeños productores, educación que dignifique lo rural y un consumo consciente.