Nambusheli: creadores de Dioses en madera

Don Mariano Venturino Champo y su hijo José son reconocidos escultores de madera en el municipio de Suchiapa, quienes elaboran máscaras y personajes para diversas festividades tradicionales de su pueblo, una de las más importantes es la danza del Calalá (Enlace de la religión espiritual y la pagana), que se realiza dentro del Corpus Christi (Cuerpo de Cristo y en honor al Santísimo Sacramento del Altar, el cual dará inicio hoy lunes con el anuncio del Hombre-Tigre.

Los artesanos crean y le dan vida a las máscaras emblemáticas que representan a Dioses prehispánicos como el Tigre de Nambusheli (Dios de la noche) y el Gigante (Serpiente Emplumada Quetzalcóatl).

Es importante destacar que es el segundo año que José y su padre, mejor conocido como el Creador del Gigante, reciben con gratitud al reportero y al lente de Cuarto Poder quienes atestiguan un proceso arduo, creativo y respetable.

Durante la crónica visual, José toma un trozo de madera del árbol de Huanacaxtle para empezar a formar la máscara del Tigre que será usada por los danzantes.

Con un martillo artesanal y una gurbia comienza a extraer la madera para hacer el espacio y proporción de la cabeza, luego pasa a la sierra circular donde le va dando forma y quita el exceso, además moldea la pieza con diferentes tipos de formones. El siguiente proceso es el empastado, y finalmente pinta la máscara cuidando cada detalle de los símbolos religiosos.

Comenta que también se puede utilizar otro tipo de madera como cedro o “Masú”, que son materiales más livianos para no cansar a los danzantes quienes cargan el peso.

El Creador del Gigante

Al respecto, con agrado y afabilidad, don Mariano Venturino Champo sentado en una banca dentro de su pequeño taller en la cabecera municipal de Suchiapa, lleno de diversas herramientas, aserrín y máscaras de Parachico y Toro que custodian su recinto artesanal, cuenta que desde niño empezó a elaborarlas con cáscaras de calabaza y lo que tenía a su alcance.

“Le sacábamos lo de adentro y sólo le poníamos orejas y las pintábamos, pero después nos juntamos con un grupo de amigos, entre todos cooperábamos para comprar los materiales en el Sapolin, el cual fue la primera tienda de pinturas en 1944, donde era la XEW”, recuerda.

Tras quedarse huérfano, conoce a don Cleofas Símuta o “Cleofitas” como era mejor conocido, uno de los artesanos más añejos de la historia de su pueblo, en ese entonces tenía 37 años y don Mariano 10.

Con mirada extenuante, pero aún jovial, el maestro platica que miraba como Cleofas pintaba las máscaras con un líquido que “escupía” un chapulín verde, “era malo para los cultivos y tendió a desaparecer tras las fumigaciones”.

Ataviado con una playera gris de cuello redondo y siempre sosteniendo una de sus máscara, señala que anteriormente estas representaciones eran de tela y de sombrero, además las recubrían con una especie de yeso, material que preparaban con una piedra calichosa a la que molían y le echaban clara de huevo, adhiriéndole además goma de guamuchil, “en ese entonces no conocíamos la pasta de yeso”.

Sin embargo, en “el tiempo de agua” -continúa- se aguadaban como guanábanas, por lo que los bailadores optaron por colocarle algunos nailons, situación que derivó en comenzarlas a hacer de madera. Al no haber papel plata en aquel tiempo, cuenta que en “El Gallito” vendían un librito con tela de cebolla, el cual traía un pegamento y se le untaba en la parte que concierne la nariz del Tigre-Jaguar.

Asimismo, dice que los antiguos artesanos conservaron el modelo de las máscaras, pero con el paso de las nuevas generaciones del Siglo XX han ido transformándolas, cuestión que pelea y defiende por no cambiar su origen, y sobre todo la historia.

Símbolos

Don Mariano explica que la máscara de Tigre fue portada por los soldados guerreros que pelearon con su lanza de tres filos, la cual es representada en la nariz; los cuadros a un costado ejemplifican en donde gobernó el Dios ChichenItzá. En tanto, la parte de atrás, en el cáliz se plasma el sol y el cuerpo de Cristo desde la conquista de 1519 cuando Hernán Cortés llegó, y después entró la religión católica acabando con el paganismo de los ancestros.

“El católico no se ha dado cuenta que Roma encerró los dos círculos en uno sólo, no le quedó de otra al papa”, sentencia.

Transformación

El escultor comenta que la danza por lo menos tiene unos dos mil 500 años antes de Cristo, pero culpa de su alteración a la televisión, entre otras cosas, de que se ha ido modernizando, “ya que la generación de este nuevo siglo, ya no tiene una fe en el corazón, ahora el que va a danzar es solamente porque se quiere exhibir, no conocen o no saben explicar el significado de la ceremonia. Cada personaje es sumamente importante”.

También señala que la máscara ha sufrido modificaciones y lo han comentado en pláticas con el prioste, pero “no entran en razón”, además de que la danza también ha perdido algunos elementos propios: “Los nuevos danzantes no saben ni porque bailan”.

Don Mariano y su hijo tienen su propio atuendo histórico que enseñan y presumen.

Ambos afirman que la tradición la llevan en la sangre, gracias a sus ancestros que han heredado la cultura del pueblo surimbo, “pero desgraciadamente, los acervos se han ido tergiversando mucho”.

Al artesano le preocupa que el origen como tal no es plasmado en las lentes de las cámaras que llegan a captar la fiesta que envuelve sincretismo, misticismo y religión.

Finalmente, externa que el Tigre-Jaguar y el Gigante terminaron su función desde 1519 tras la llegada del señor Jesucristo del Santísimo Sacramento del Altar.

Sin embargo, “continúan en la mente y los corazones del pueblo de Suchiapa dentro de la danza del Calalá”, así mismo, el dice que seguirá trabajando junto a su hijo con espíritu y corazón para continuar preservado una de las festividades más trascendentales e importantes del pueblo surimbo.