Nectarín, empresa familiar que vence al tiempo

Ni la globalización ni el boicot de la transnacional Femsa, que hace 40 años instaló una planta en esta ciudad, han podido desaparecer a Refrescos Nectarín, que elabora esa bebida local desde hace 75 años en San Cristóbal y se mantiene como una de las pocas embotelladoras independientes que quedan en México. 

La clave para la sobrevivencia de la empresa familiar que da empleo a medio centenar de personas, es que se trata de una bebida artesanal y no de un refresco, además de que creó nuevas bebidas y apostó por la venta de agua purificada, afirmó Gustavo Alonso López Rojas, representante legal de Refrescos Néctar S. A. de C. V. 

Su hermano Francisco manifestó que el Nectarín “es por antonomasia la bebida tradicional de San Cristóbal -junto con la cervecita dulce- y durante muchos años ha sido la única industria local que tuvo esta ciudad; ha logrado sobrevivir a otras marcas como Kist, Titán, Doble Cola y Gugar, que ya no están en el mercado”. 

El inicio

Recordó que la bebida comenzó a elaborarse entre 1944 y 1945 cuando su abuela Fidelia Vives Velasco “empezó a hervir perones en unas ollas y luego a extraer el jugo para hacer la bebida que recibió el nombre de Néctar”. 

Con el paso de los años, abundó, el proceso se hizo más automatizado, y su abuela “adquirió unas llenadoras manuales para embotellar el jugo en los depósitos que se cerraban con un pedal para colocarle la corcholata, además de que se utilizó un saturador para adicionarle gas”. 

Contó que cuando era niño, su ahora difunto padre, Alonso López Vives, “tenía una caja especial con una agarradera que colocaba en su bicicleta para repartir el Nectarín en el entonces pequeño pueblo de San Cristóbal de Las Casas.  

Dijo que en la década de 1970, del siglo pasado, “ya se contaba con una pequeña planta semiautomática y debido a que se utilizaban filtros purificadores de agua para el refresco, comenzó la comercialización de agua purificada, muy solicitada por todos los investigadores extranjeros que se dirigían a las localidades de los Altos o la Selva. Llegaban en combis o remolques equipados con todo para cargar agua en sus depósitos hacia las comunidades”.   

Agregó que cuando Fidelia murió en diciembre de 1972, su padre se quedó al frente de la administración y la dirección de la empresa. “Entonces había muy pocas marcas de refrescos y el Nectarín era el rey en las fiestas. Botellita pequeña y fácil de agarrar para los niños que iban a las piñatas y se sentaban a comer el pastel, la gelatina y quizás un tamal”. 

Doña Magdalena Rojas Coello, madre de ambos, recordó: “Desde que me casé hace 54 años (con Alonso López Vives) estoy en esto. Recuerdo que mi suegra ya tenía el negocio muy rudimentario. En peroles se hacía el jarabe. Mi esposo lo trabajó todo. Se llenaba en las botellitas de Corona que no tenían etiqueta. El éxito de este refresco es que tiene poco gas y poca azúcar. Me gusta tomarlo. Es el único que tomo. Con chalupas o tacos de cabeza no puede faltar el Nectarín. Es el único refresco que tomamos en la casa”. 

Contó que en sus inicios la bebida se hacía de jarabe con aceites y esencias. La esencia debe de ser de perón, pero luego cambió a aceites y esencias de manzanas, con lo que se hace hasta la fecha. 

Desde que comenzó a comercializarse, en las botellas de Nectarín aparece la figura de un indígena de Zinacantán, con su sombrero de listones. La imagen fue hecha por el pintor Jorge Arturo Quintanilla Penagos y fue inspirada precisamente en Gustavo Alonso, entonces un niño.

El reto

“Uno de los mayores problemas para la empresa fue sorteado en la década de 1980, cuando la empresa Femsa llegó a instalar una fábrica en San Cristóbal (la Pepsi tenía muchos años de haber llegado, pero había respeto y acuerdos tácitos de temas comerciales), con la intención de hacerse del mercado a toda costa”, subrayó.  

En esa época, expresó Francisco, “lo más valioso para un embotellador era el envase de vidrio y sus cajas de madera, hechas a mano en el patio de mi casa. Coca Cola llegó a arrasar con el mercado. Visitó las tiendas a ofrecer que por cada caja de envases de otros refrescos que le dieran les regalarían dos. Así entró eliminando a la competencia”.  

Abundó: “Recuerdo haber acompañado a mi papá a la Coca Cola para hablar con el gerente y decirle que si tenían problemas con la Pepsi que se arreglaran entre ellos; que él no tenía refresco de cola y que dejaran de levantarle los envases. Cuando salimos por el patio de maniobras vimos una montaña de botellas rotas de nosotros e hileras de nuestras cajas de madera destruidas. Habían mermado nuestro principal activo”. 

A partir de entonces, relató, los choferes de Coca Cola recibieron la instrucción de levantar sólo botellas de la Pepsi, pero otras marcas como Titán y Doble Cola, habían sufrido lo mismo.  

Comentó que entonces, su padre, “solicitó un crédito bancario y se embarcó en comprar envases a Vitro, que en esa época se daba el lujo de decidir si quería vender o no. La compra mínima que solicitaba Vitro era de 120 mil cajas. Un mundo de envases. Lo necesario para cinco años. Nosotros solamente necesitábamos 20 mil, pero no le dieron opción a mi papá que decidió invertir y comprar botellas serigrafiadas y dejar a un lado las etiquetas de papel que se colocaban una a una con engrudo”. 

De igual forma adquirió cajas de plástico con la marca. “Una montaña de cajas de plástico color beige llegó e inundó el patio de mi casa, al lado del mundo de envases”. 

Expresó que su padre contaba con el registro de la marca Néctar, pero nunca lo renovó, por lo que cuando quiso hacerlo ya no pudo, pues otras marcas habían usado la palabra Néctar, por lo que se tuvo que cambiar el nombre del refresco a Nectarín, al mismo tiempo que se invirtió en renovar la maquinaria. 

“Mi papá llegó a producir refrescos, gaseosas y tener sabores tan exóticos en esas épocas como de tamarindo, guayaba, mandarina, mango y piña, adicionales a las de fresa, limón y naranja”. 

Francisco dijo que “entre la ‘batalla de las Colas’ -la Coca Cola, que seguía quitando y rompiendo botellas, pero en menor medida porque ya tenía el mercado parcialmente lleno- implementó su segundo plan: inundar los puntos de venta con enfriadores, que no fue el problema, sino el contrato de exclusividad que tenían que firmar las tiendas en el que se comprometían a no vender ningún otro producto que no fuera de la familia Coca Cola”. 

De esta manera, esa empresa transnacional “le cerró las puertas a muchos puntos de venta a Refrescos Néctar. Las tiendas tradicionales ya no podían vender Nectarín, la bebida que durante años habían vendido por tradición e historia. Los enfriadores eran un gran obstáculo porque representaban una inversión considerable para mantener el punto de venta”. 

Una nueva dirección

“Mi papá falleció en 1988 y a partir de ese momento tomó la dirección mi hermano Alonso. La fábrica tuvo que modificar sus productos en el tiempo, pero afortunadamente llegaron las botellas de plástico y con esto se eliminó el tema del envase, además de que se dejaron de usar las cajas de madera”. 

Sin embargo, abundó, “la ciudad había cambiado y la gente también. Después del alzamiento armado de los zapatistas en 1994 y la nueva carretera de cuota San Cristóbal-Tuxtla Gutiérrez que reducía el tiempo de dos horas a 40 minutos, todo cambió. Mucha gente llegó a San Cristóbal y el turismo inundó la ciudad que ahora es el pueblo mágico más mágico de los pueblos mágicos”. 

Francisco comentó que mucha gente les pregunta que por qué no hacen publicidad o por qué no ponen enfriadores, pero los contratos de exclusividad siguen vigentes con la Coca Cola y con Pepsico. 

“Refrescos Néctar sufre de lo mismo que los vinos queretanos. Vas a un restaurant en Querétaro y no hay vinos queretanos. Querétaro es tierra de vinos y los restaurantes no cuentan en su carta con vinos de la región. ¿Por qué? Porque los que asesoran para la elaboración de las cartas de vino trabajan con algún distribuidor y buscan vender sus marcas exclusivas, así que no los recomiendan porque no los tienen en su catálogo. Lo mismo con Refrescos Néctar. Muchos no lo recomiendan porque cuentan con exclusividad, ya sea con una marca de refrescos o con una de cerveza.  

“Pocos saben o recuerdan que Refrescos Néctar tiene más de 70 años en San Cristóbal, que sus abuelos y sus papás tomaban ese refresco como algo muy suyo y de la ciudad. Como dato curioso: Refrescos Néctar es una de las tres embotelladoras independientes que quedan en México y que no pertenecen a Coca Cola, a Pepsi o a alguna transnacional. lr a San Cristóbal y no tomar un Nectarín es como ir a Acapulco y no tomar una Yoly”. 

Gustavo Alonso afirmó que “las personas que viven en San Cristóbal recuerdan el Nectarín con mucho cariño y empatía, pues las fiestas infantiles se hacían consumiendo esta bebida en botellas de vidrio de 200 mililitros. Procurar que sea no un refresco sino una bebida artesanal con poco gas y azúcar, es lo que nos ha ayudado a que la gente nos siga buscando y las tiendas lo sigan vendiendo”. 

El Nectarín, “la joya de la corona”, se vende sólo en San Cristóbal, pero las demás bebidas de uva, manzana y otros sabores que produce la empresa, se distribuyen en los Altos, el norte y la frontera de la entidad. 

La embotelladora se encuentra en el centro de la ciudad y se abastece de su propio pozo concesionado por la Comisión Nacional del Agua (Conagua), desde hace 12 años. 

“A pesar de la crisis y otros factores, tenemos Nectarín para rato”, sentenció Alonso.