Negocios tradicionales, la “supervivencia” al covid-19
Con el avance tecnológico las imprentas antiguas desaparecieron o se reinventaron. Diego Pérez / CP

La pandemia del covid-19 en el 2020 dejó secuelas no sólo en la salud de millones de familias que enfermaron y que perdieron a seres queridos, sino también en la economía nacional. Con el paso de los meses se produjo un efecto “cascada” sobre las afectaciones en las finanzas, mismo que fue bajando hacia los estados más vulnerables; ahí apareció Chiapas, donde los ingresos mayoritarios se generan en la informalidad.

Reinventarse, renovar y resistir, son algunos conceptos que han tenido que aplicar los pequeños y grandes empresarios para subsistir al embate más duro que ha tenido la humanidad en los últimos 100 años.

En la cadena de generación de empleos y recursos también aparecen los negocios tradicionales, los que han resistido por generaciones a cualquier impacto social, político y ahora sanitario.

En diciembre de 2020, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reveló que en México se contabilizaron un millón 873 mil 564 empresas; de ese número, el 79.2 % reportó que la afectación principal durante la emergencia fue la falta de ingresos.

El organismo realizó dos ediciones sobre el impacto generado por el covid-19 en los negocios: en el primer ejercicio se encontró que el 93.2 % de los establecimientos reportaron algún tipo de daño; en el segundo, el porcentaje bajó al 86.6 %, uno de los factores para disminuir las afectaciones fue la liberación de las actividades económicas.

Uno de los principales problemas que encontraron las empresas en México y Chiapas, es que el 94.1 % de ellas no recibió (agosto 2020) apoyos de las autoridades. Las que sí lograron beneficiarse fueron en conceptos de beneficios fiscales, aplazamientos de pagos o accesos a créditos.

Para la entidad, la segunda edición del Ecovid-IE y del Estudio sobre la Demografía de los Negocios 2020 del Inegi, confirmó que la pandemia quebró al 16.75 % de los establecimientos. A nivel nacional se reportó que el año pasado un millón de microempresas cerró, ante la falta de liquidez.

Según el último Censo Económico, Chiapas tiene registrados 95 mil 148 empresas que dan empleos a 111 mil 880 hombres y 113 mil 335 mujeres. Las tiendas por venta de mayoreo de abarrotes ultramarinos y misceláneas son los que concentran el mayor número, con 32 mil 409 locales.

Más abajo aparece la venta de ropa, frutas, verduras, papelerías, carnes rojas, de aves; se le suma la venta de calzado, farmacias y comercialización de artículos usados.

Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas, concentra más de 600 mil habitantes (Inegi, 2020); tiene historias de éxito en los comercios tradicionales que, para sobrevivir, cambiaron su modelo de negocio y la forma de comercializar sus productos.

Con la llegada de la modernidad, las tendencias de la moda, y los estereotipos de belleza marcados por los medios de comunicación, algunos oficios se han visto avasallados a tal punto de estar al borde de la extinción.

Pese a todo ello, existe un oficio antiguo, el de los viejos maestros de la moda del cabello: la peluquería, el cual se resiste a desaparecer, se adapta a los tiempos, pero padece los estragos del desinterés de las nuevas generaciones.

En Tuxtla Gutiérrez, desde hace poco más de 10 años, los salones de belleza, estéticas y las barberías han cobrado fuerza, al tiempo que las peluquerías y peluqueros se redujeron en número.

Carlos Madaín Caballero Coutiño, de 51 años de edad y 30 como maestro peluquero, recordó que este noble oficio se aprendía de generación en generación, o de enseñante a aprendiz.

Reconoció que este puede ser uno de los factores por los que nunca hubo un número excesivo de peluquerías, “todo es un negocio, pero la peluquería se aprendía por vocación, a diferencia de los salones de belleza que son puestos a falta de oportunidades de empleo u otros factores”.

Cuando inició, su maestro fue Alfredo Guzmán López y Román, los únicos que enseñaban en ese entonces, recomendado por sus padres y comenzando en actividades de limpieza para observar los cortes. Posteriormente, llega la práctica con clientes que también lo permitían, o buscaban un conejillo de indias en particular: los “chicleritos”.

Al paso del tiempo aprendió el oficio y puso su peluquería sobre la 3ª Oriente, en el centro de Tuxtla, con un toque novedoso: demostrar su afición por el equipo de futbol Cruz Azul, lo que fue un parteaguas para que otros peluqueros imitaran el modelo de su local.

Manuel Román Aquino, de 86 años de edad, originario de Reforma Pineda, Oaxaca, es uno de los maestros que introdujo la peluquería en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, ejerció el oficio por más de 40 años; un problema en la vista lo alejó de este noble oficio, pero acude con su alumno Alfredo para quitarse el cabello.

De la generación de don Manuel, es el único peluquero de la vieja guardia que queda con vida, los demás han sucumbido al paso del tiempo.

En su haber ha logrado formar a 12 maestros peluqueros, desafortunadamente la mayoría no está en Chiapas, pero se siente orgulloso de que estén triunfando con este oficio en otros estados de la república mexicana.

Sellos de goma

Don Daniel Gómez López, de 69 años de edad, es dueño de una fábrica de sellos de goma e imprenta en el mercado “20 de Noviembre”, desde hace 40 años aproximadamente. El negocio comenzó ir a la baja, y con la llegada de la pandemia la situación se volvió crítica.

Esta situación le ha obligado a vivir prácticamente al día, junto a su esposa, impidiéndole comprar materiales para realizar su trabajo con la misma frecuencia que antes.

Desde hace varios meses el negocio cayó prácticamente en picada, sobre todo desde que el Gobierno Federal y el fisco comenzaron a fortalecer la declaración de impuestos e instruyeron la facturación electrónica.

La fábrica se mantenía en pequeño y no contaba con los fondos para comprar una computadora, ya que le daba prioridad a actualizarse en materiales, máquinas y técnicas, aunque no a gran escala.

La modernización hizo que las primeras imprentas de la ciudad comenzaran a perder clientes ante los nuevos negocios que se iban creando ya con máquinas computarizadas.

Hasta hace tres años todavía llegaban campesinos, de la Reforma Agraria, Cioac y CNC; desde entonces, únicamente recibe pequeños pedidos, y en el último año únicamente elabora entre tres y cinco sellos a la semana, a 200 pesos cada pieza.

Su negocio se ubica al interior del Mercado Público “20 de Noviembre”, a donde llegó cuando Absalón Castellanos era gobernador. A lo largo de los años ha aprendido diferentes técnicas, con diversas máquinas, algunas de las cuales ha tenido que vender. Aunque aprendió también serigrafía, lo que más ha conservado es la elaboración de sellos de goma.

Hubo un año cuando la Secretaría de Educación hizo cambio de sellos a nivel estatal, tenía pedidos de 15, 20 y hasta 30 piezas todos los días, de maestros que hacían fila para que los atendiera. Hacía hasta 300 sellos en un día, con un ayudante y su esposa.

Globos y alegría

Antonio “N” ha sido vendedor de globos por 37 años en las calles de Tuxtla Gutiérrez, pero durante la pandemia debió emplearse como asistente de albañil, a fin de poder obtener algunos ingresos.

“Aquí no tenemos un ingreso seguro, con esta situación nos fuimos a la ruina, por lo que debemos salir a las calles a buscarle”.

Comenta que desde buena hora sale de la colonia La Condesa para visitar los parques y recorrer las calles de la ciudad, en busca de niños que pidan a sus padres un globo, porque con eso él puede llevar algo de dinero a su casa y sostener a su familia.

Bajo la filosofía de apoyar a su prójimo y en el entendido de que debe de ser solidario sin esperar nada a cambio, Antonio “N” carga algunos globos que pertenecen a un amigo, puesto que éste último se ha visto enfermo.

Vende sus globos y suma a su carga algunos que corresponden a su amigo que vive por el barrio Niño de Atocha, por lo que reparte sus ingresos con el fin de apoyar a quien ahora lo requiere.

Pescados y mariscos a domicilio

En el Mercado del Norte, de pescados y mariscos, el propietario del local “La Baja”, uno de los 30 comercios establecidos en el centro de abasto, nos comparte que como medida de atracción de ingresos se sumó a un proyecto de intercambio de productos con un restaurante, y por primera vez comenzó a brindar el servicio de ventas a domicilio.

Apuntó que lo único que pidió a sus clientes es que el consumo fuera superior a los 200 pesos para poder realizar la entrega sin costo adicional, pues las ventas se fueron a pique durante la etapa más fuerte de la pandemia, y la recuperación de sus ingresos ha sido lenta.

En especial, comentó que espera que la llegada de la Cuaresma motive el consumo de productos del mar, pues la cantidad de clientes es reducida.

“Las Álvarez”

En enero de este año, Cuarto Poder le presentó el texto “Rosca de Reyes, una tradición en panaderías artesanales”, donde Marlith Graciela Ocaña Álvarez, dueña del establecimiento “Las Álvarez” (en referencia al apellido de sus hermanas), relató lo complicado que fue mantener a flote el negocio y los ingresos de los 11 colaboradores, que todos los días se reúnen para fabricar panes y productos alusivos a fechas que son representativas.

Por más cinco décadas han elaborado una serie de productos que ofertan al público; dentro del menú se encuentran: los bienmesabes, los taquitos, yemas, empanadas, chorizos, hojaldras, los cuachitos; la especialidad son las cazuelejas de mantequilla.

Además de implementar un nuevo esquema de ventas, en el negocio mantienen la comercialización de los panes a través del mostrador para los clientes más antiguos; eso sí, han tenido que diseñar un protocolo de salud para evitar algún riesgo de contagio por la pandemia.

La panadería artesanal “Las Álvarez” se ubica en el lado sur de la ciudad. A lo largo de 55 años se ha mantenido en el gusto del público; el embate de la pandemia fue complicado al inicio para ellos pero, con el paso de los meses, transformaron la emergencia en una nueva forma de vender, con servicios a domicilio y con el uso de las redes sociales.