Niños Héroes, los primeros hijos de México

Pintura mural de Gabriel Flores, en el Castillo de Chapultepec. Cortesía
Pintura mural de Gabriel Flores, en el Castillo de Chapultepec. Cortesía

El 13 de septiembre de 1847 el Castillo de Chapultepec, entonces sede del Colegio Militar, se convirtió en el último bastión de defensa frente a la invasión del ejército estadounidense. Grabado a fuego en la memoria nacional, este capítulo de la historia es un estandarte entre la heroicidad, el simbolismo patrio y el inicio de los hitos que forjaron la identidad nacional .

Los archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Defensa) narran que durante el asedio al Castillo jóvenes cadetes; como Vicente Suárez, de apenas 17 años, cayeron combatiendo en el Vigía del Mirador. Agustín Melgar, de 18 años, fue herido en el mismo punto y falleció al día siguiente en la Biblioteca del Colegio.

Fernando Montes de Oca y Francisco Márquez también perdieron la vida en distintos puntos de la fortaleza. Tras la batalla, el edificio quedó en silencio y semidestruido; los sobrevivientes fueron tomados como prisioneros de guerra.

Contexto

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) contextualiza que la batalla se dio dentro de la invasión estadounidense a México, iniciada en 1846; que para mejor referencia es cuando Estados Unidos quiso someter a México, bajo la acusación de haberse apoderado del territorio de Texas, el cual pertenecía a la nación mexicana desde la época de la Colonia

Para septiembre de 1847, más de siete mil soldados enemigos avanzaban hacia la capital tras haber vencido en Padierna, Churubusco y Molino del Rey.

Frente a ellos, entre 600 y 800 defensores, todos soldados regulares, pertenecientes al Batallón de San Blas al mando de Felipe Santiago Xicoténcatl.

Además, en el Colegio habían alrededor de 50 cadetes que resistieron el embate, todos ellos encabezados por el general Nicolás Bravo, héroe de la Independencia de México.

Seis de estos cadetes jóvenes conocidos hoy en día como los Niños Héroes murieron por la patria: Juan de la Barrera, Agustín Melgar, Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, Vicente Suárez y Juan Escutia.

El mito

Investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), como Ricardo Rivas y Diana Rojas, aportan matices fundamentales para comprender este suceso más allá del mito.

Desmienten, por ejemplo, versiones que señalaban que los cadetes estaban borrachos o castigados ese día, o que Juan Escutia no se lanzó con la bandera.

También aclaran que los seis no estuvieron solos, casi la totalidad del Batallón de San Blas pereció intentando detener el ascenso enemigo.

Subrayan que la orden original para los cadetes era no combatir, pero ellos desobedecieron y se sumaron a la lucha cuerpo a cuerpo como última línea de defensa.

La construcción del relato heroico, señalan los académicos, respondió a la necesidad de encontrar símbolos de valor ante una guerra perdida y la cesión de más de la mitad del territorio nacional.

Forjaron identidad

De hecho, la narrativa de los Niños Héroes no se consolidó de inmediato. Fue durante el gobierno de Porfirio Díaz cuando su historia comenzó a ser promovida como parte de un proyecto nacionalista, para cimentar la identidad patria y unificar al país bajo valores como el honor, el deber y el sacrificio juvenil.

Pero lejos de minimizar su gesta, los investigadores resaltan que esta mirada crítica enriquece su memoria como los primeros hijos de México que existieron, lucharon y murieron, como muchos otros mexicanos, que defendieron con honor la soberanía nacional.

La ubicación de sus restos en el Monumento a los Niños Héroes en Chapultepec en 1952, bajo la presidencia de Miguel Alemán, marcó el punto culminante de su consagración como íconos patrios, integrando su gesta en la pedagogía cívica y la memoria oficial de México.