El aroma a harina, manteca y el humo de leña que sale del horno de barro es característico de la panadería de doña Mercedes Hernández Gutiérrez, quien desde hace 55 años se dedica a la elaboración de pan en Berriozábal, pero ahora, a sus 73 años únicamente se encarga de supervisar a quienes lo elaboran.
Doña Mercedes o “Tía Mechita”, como popularmente la conocen en su pueblo, fue la primera en elaborar el tradicional pan pintadito, un legado que hoy lucha por no ser devorado por la producción industrial.
La maestra y su legado
“Mi mamá me enseñó. Yo tenía ocho años cuando ella me dijo que hiciera caballito, galleta y turulete”, relata doña Mercedes, recordando cómo fueron sus inicios, el cual acepta que no fue fácil, pero ante la necesidad terminó convirtiendo este oficio en parte de su vida diaria.
Ese conocimiento ha sido transmitido de generación en generación, convirtiéndose en su sustento y en un arte que domina a la perfección. “Yo fui la primera que empecé a crear ese pan aquí en Berriozábal”, afirma con orgullo.
Un arte que sepinta con paciencia
El pan pintadito se distingue por su elaboración artesanal y su delicada decoración. “Se adorna para todos los santos: los muñequitos, las coronas y todo”, explica doña Mercedes.
A diferencia del producto comercial, “este pan es puro pan bueno, es elaborado con huevo y abundante manteca, lo que le permite conservarse por meses. Un proceso ‘muy cansable’ que requiere tiempo y dedicación”.
Es un arte, reafirma su nieta Wendy Marroquín Domínguez, de 29 años, asegurando que este tipo de pan requiere de mucha creatividad y muchísima paciencia.
La tradición bajo amenaza
Sin embargo, la tradición enfrenta una creciente amenaza debido a que mucha gente prefiere comprar pan industrial, el cual se ha popularizado cada vez más y afecta principalmente en esta temporada a las panaderías tradicionales.
“La venta bajó mucho y hay mucho pan pintado comercial”, lamenta.
El pan pintadito artesanal ha elevado más su precio debido a los costos de ingredientes de calidad aunado a la pérdida de terreno frente al pan de supermercado. “Ahorita se vende más el menudito, pero cuesta mucho adornarlo”, agrega.
La esperanzaen nuevas manos
A pesar de los desafíos, el legado perdura en las manos de sus nietas y nueras. Wendy, quien lleva tres años dedicada al oficio, se muestra agradecida de haber heredado este conocimiento, a la vez que hace extensa la invitación a las personas para que consuma el producto local.
Doña Mercedes, desde su rol de “maestra”, observa con satisfacción cómo sus enseñanzas sobreviven, “estoy llena de gusto y bendiciones de Dios de que mi madre nos dejó este trabajo”, celebrando que la tradición resiste y se hornea con paciencia y amor.












