Parques de bolsillo, una alternativa latente

Julio César Gómez Rangel, experto en urbanismo y docente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach), expuso los beneficios de considerar la construcción de un parque público de bolsillo (PPB), el cual beneficiaría al entramado social en una ciudad.

Gómez Rangel puntualiza las especificaciones de dicha derivación del parque a través de una publicación académica en la revista Divulgarq de la misma institución. Por tanto, dicho artículo es trabajado de forma conjunta con estudiantes del sexto semestre de la licenciatura en Arquitectura, en la materia de Taller de Diseño Urbano.

Los parques públicos de bolsillo (PPB) o también conocidos pocket parks, tuvieron su nacimiento como respuesta a un movimiento social en Estados Unidos en la década de los 60, que motivó la procuración de los espacios públicos en las megalópolis americanas más densas.

En el 2014, en la Ciudad de México, se categorizaban a los parques públicos en cinco tipos con base en sus dimensiones: metropolitanos, locales, barriales, lineales y públicos de bolsillo. Ese mismo año, la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi) definió por primera vez a los parques públicos de bolsillo como “pequeños espacios en remanentes, urbanos o viales, subutilizados o abandonados [que son] convertidos en espacios para la recreación y disfrute de la comunidad”.

El primer PPB, en el zócalo de la Ciudad de México, tuvo la intención original de ser un muestrario de elementos (mobiliario, pavimento, vegetación, etc.) de diseño para este nuevo tipo de espacio público. La Sedatu señaló que, tras unos días de instalarse, el PPB tuvo un uso intenso e inesperado por niñas, niños y adultos que transitaban por la zona del Centro Histórico, quienes utilizaron la mayoría del mobiliario instalado como un respiro en sus actividades administrativas, funciones de comedor, cumpliendo provisional o simplemente como espacio de esparcimiento o convivencia.

Estos parques, retoma Gómez Rangel, tienen como objetivo principal aportar a la mejora de la calidad de vida de los usuarios, así como a la imagen urbana de la zona, debiendo contribuir a la creación de comunidad y a la mejora de la calidad de vida.

Al menos se consideran tres remanentes viales en los cuales pueden ser aplicados. En primer lugar, oreja/agua: se localizan frecuentemente en la bifurcación de la vialidad en la que es considerada como una extensión de banqueta. Son pequeños triángulos sin uso, muchas de las veces como áreas de jardín en abandono.

Isleta, como segunda opción, espacios entre camellones centrales de una vialidad, que se puede servir de vinculación entre una acera y otra, incentivando al peatón para transitar por dicha zona. Y, por último, la glorieta o península: espacios remanentes creadas el interior de las vialidades no importando su forma. Totalmente rodeadas de vialidades y para las cuales deberán estar conectadas por banquetas para llegar a dichas áreas.

Por último, el especialista ubicó los siguientes beneficios de dichas áreas, tales como: fomentar la interacción social, generar calidad de vida, mejoría en la seguridad vial potencializando el flujo peatonal, así como la incorporación de especias endémicas vegetales de bajo mantenimiento, creación de cruces seguros, mejorar la salud pública y de recreación de toda la comunidad.