Se llama José Juan Durante Mendoza. Su nombre artístico es “Cristal”, en honor a su exnovia, y por ser frágil, transparente como este mineral.
La entrevista se desarrolla sobre la avenida Central, entre 1a y 2a Poniente de Tuxtla Gutiérrez.
Sentado en su silla de ruedas, el entrevistado activa su cuenta de Facebook y transmite en vivo la entrevista concedida un día antes a este medio.
- ¿Por qué elegiste este lugar?, le pregunto
Porque hay buena señal de wifi, tengo donde cargar mi celular y está cerca el baño del mercado o de una tienda, dice en tono de broma. Es un payaso. Y como tal en el resto de la entrevista dice puntadas chuscas que hacen reír al reportero y a los que pasan por la vía pública.
En eso llega su amigo “Garabatín”. “Vamos a la convención de Toluca. El camión carga bultos”, le dice “Cristal”. “Ah, sí, también carga costales de hueso”, contesta el aludido. Se ríen ambos. “Garabatín” es gordo. “Cristal” es delgado.
Tu nombre de pila (no digas marcas como Eveready), ¿ se puede saber?
- Sí, anoche platiqué con mi tío el Chapo y me dijo: “si puedes dar tu nombre. Ya le tomamos foto al chavo reportero. Soy José Juan Durante Mendoza.
Dice que nació un día que se fue la luz. La partera tenía chorro. Un 28 de octubre de 1975, en el poblado 1o de Mayo, de Villlacorzo
En cambio, el payaso “Cristal “ es apenas un niño. Tiene siete años.
- ¿Por que Cristal?
- Por una ex, y porque soy transparente y frágil como el cristal.
Expreso lo que siento, pienso, con claridad y sin dobleces. Por mi enfermedad soy muy frágil. Además, los huesos que tengo alrededor de mis articulaciones se llaman cristales; son líquidos que se tornan cristalinos. “Mi nombre es una broma simpática de la vida”, dice.
Emocionalmente “Cristal” se ha quebrado alguna vez, le pregunto. Con la mirada fija, seria, pero arqueando los labios suelta otra broma. “Me han quebrado las mujeres, estoy en quiebra económica”.
Ya un poco más serio, dice que Dios lo hizo con un carácter fuerte. “De niño yo me proyectaba con ideas de superación. Llegó esta enfermedad y le dio más temple a mi personalidad. A veces quizá me excedo en decir échale ganas, no pierdas el tiempo en llantos y lamentos”.
Llega la pregunta obligada. Es que la mayoría no respeta a las motos, bicicletas, menos a las sillas de ruedas. “has tenido algún accidente”, le digo.
“¿Aparte de esto (enfermedad)? Lo loco no es natural, (ríanse no sean amargados, dice a los que ven la entrevista en vivo).
Y narra que hace como dos años fue atropellado en libramiento Sur, por la Central de Abastos. “Hice indirectamente responsable al Conejobus, porque el chofer de la unidad con rampa para discapacitados no quiso rodear y llegar a donde siempre me llega a dejar y atraer. Me dejó donde actualmente está el parque Chiapasiónate.
“Y de ahí me lo eché a pie (no sean mal pensados, es que mi silla de ruedas es mi pierna, mi forma de caminar).
“Cuando iba pasar, unos ingenieros mandaron a su personal que me ayudaran a pasar. ‘Pónganle un chaleco fosforescente, no lo vayan atropellar”, dijeron.
“Y cuando cruzaba, que rebasa un coche rojo y moles. Me elevó. Pero no sabía que hacía yo acrobacia; hice cuatro morongas en el aire y tres en al suelo. Me retorcía yo como babosa en sal.
“Una batería de mi silla salió volando y el chavo creyó que era mi cabeza. Si van a ver donde me atropelló aún hay cuero”.
“Cristal” hace una pausa, esperando a que el reportero se reponga de la carcajada soltada.
Tuve otro accidente, dice. “Fue por venir loqueando de Las Granjas con un compañero. veníamos rodando en la Calzada al Sumidero. Por venir platicando mi pie se atoró en la rueda, me fui de cara, me rompí la frente y la rodilla. Precisamente iba comenzar la convención de payasos callejeros en Tuxtla”, explica sonriente.
Sin esperar la pregunta, “Cristal” dice que en su niñez fue sobre protegido. Era el primogénito de siete hermanos (una niña murió en Veracruz).
Sus padres viajaron a Veracruz en busca de trabajo. “Mi papá quería una niña. Me vestían de niña. Gracias a Dios que no fue contraproducente. De repente me gusta un chamacón por ahí, pero no pasa de un gusto ja ja ja”.
Cuando José Juan tenía entre cinco y seis años, comenzó la enfermedad artritis reumatoide. Fue acentuándose cada poco.
Y llegó lo peor. “Comencé a sufrir violencia física de mi papá. De tanto amor pasó al coraje. A veces pienso en por qué tanta saña con el hijo que supuestamente quería tanto”.
Y para colmo, la mamá se sumó al maltrato. “Me daban con cosas fuertes, siquiera fuera con chancla o cinturones; me daban con cables de electricidad, ni siquiera me preguntaban donde te duele para no golpear ahí otra vez… Me daban con ramas”.
“A mi papá le dijo una vecina: ‘Cheo no golpees así a tu hijo, un día lo vas a lamentar, se te puede enfermar y vas a ver”.
“Dicho y hecho, un mes pasó y moles: Apareció una enfermedad extraña. De ser un chavo bueno y sano que corría y brincaba, que le robaba los huevos de su abuelita en el gallinero (¡no, borra eso, borra eso!).
Ya te fregaste, estamos en vivo - le dice “Garabatín”
Mi abuelita ya está en el paraíso.
¿Así se llama la colonia?
-No, está en el cielo.
Sobre los primeros síntomas de la artritis reumatoide, “Cristal” dice que le dio fiebre, inflamación articular. En menos de un mes perdió masa corporal. Delgado de brazos y piernas. “Lo único carnudo en mí es mi trasero; no lo muestro porque se emocionan”, suelta irónico.
Y luego muestra su abdomen. “Esta parte de mi cuerpo lo tengo bien marcado; es que me aprieta el elástico de mi trusa”.
Cascada de carcajadas entre todos, incluyendo los empleados de la farmacia que alcanzan a oír la entrevista.
La historia continuará mañana.