Los cambios generacionales en la política y la sociedad sobre la percepción e importancia de la vejez, dejaron ver la violencia estructural que sufren las personas adultas mayores. “La idea de que todos los ancianos eran respetados, es idílica, está basada en un grupo de poder; por fuera hay violencia, sobre todo con la mujer”, dijo el investigador Laureano Reyes Gómez.
“La Red de Trabajo Social Gerontológico es un campo fértil que debe ayudar a orientar la política pública hacia la población envejecida, ellos requieren de respuestas adecuadas a sus necesidades, sobre todo a una vejez saludable, digna, activa y libre de violencia”, sostuvo el doctor de la Universidad Autónoma de Chiapas (Unach).
La forma de la vejez indígena, explicó, cambió radicalmente con el ingreso de los partidos políticos a las comunidades indígenas; los jóvenes arrebataron el poder a los mayores, “el Consejo de Ancianos, en el mejor de los casos, se volvió un órgano de consulta, más no de decisiones”.
Esto debido a que la nueva estructura requiere del concurso de personas bilingües, alfabetizadas, con mayores relaciones hacia el exterior y que conozcan las leyes.
Fue la entrada “de golpe” del modelo político lo que motivó a la debilitación de la gerontocracia, es decir, el poder de los ancianos.
Lo anterior, explicó, no acarreó los problemas de violencia en contra de las personas mayores, sino que permitió ver a profundidad la situación en la que se encontraban aquellas que no pertenecían a la cúpula del poder.
A su vez visibilizó “los sufrimientos que tiene la mujer cuando es anciana o viuda en una comunidad”, expuso.
Este quiebre permitió percibir a la vejez de dos formas: el modelo etnográfico que lo dibuja como un paraíso gerontocrático, donde ser anciano es ser lo máximo; y el etnogerontológico, el cual analiza los conflictos intergeneracionales “cuando la juventud se ensalza, en tanto que la vejez se estigmatiza”.
Aunado a una creciente población, de acuerdo al investigador, en 2015 el 10.7 % de la población indígena era de edad mayor, cuando en los años 50 sólo el 1 % por ciento llegaba a esa etapa, debido a las condiciones de la esperanza de vida.
El miembro del Instituto de Estudios Indígenas sostuvo que “la población de repente no sabía qué hacer con tantos adultos mayores de edad, por lo que se comenzó a crear dependencias en cuidados y atenciones para que esa población no quedará en el olvido”.
En las comunidades indígenas si bien hay adultos mayores sumamente respetados y considerados como “bibliotecas andantes” o “semidioses”, también está la realidad contraria, marcada por una violencia profunda, “y ni qué hablar de las mujeres, ellas son excluidas hasta de los estudios”, acotó.