Hace 17 años, una fuerte depresión llevó a Viviana Mandujano Villatoro al consultorio de un psiquiatra. La recomendación que recibió de parte del especialista fue inesperada: “tenía que entretener la mente con algo que me gustara”.
Sanación
Así fue como la paciente encontró en la elaboración de piñatas no solo un oficio, sino un camino de sanación.
“Me gustó lo que es hacer mis estrellas”, recuerda Doña Viviana, rodeada de un pequeño y colorido taller que en sus inicios tuvo que mudarlo varias veces hasta encontrar un espacio adecuado para desarrollar su creatividad.
Lo que comenzó como una terapia en casa se transformó poco a poco en un próspero negocio familiar. Sin tutoriales ni guías, Viviana solo necesitó de la observación del trabajo de otras personas que después lo aplicó, combinando y usando la imaginación.
De no saber dibujar “ni el pétalo de una rosa” pasó a crear desde mini piñatas hasta gigantescas de más de metro y medio con el apoyo de su familia. Hoy, su hija mayor la ha superado en técnica, y en temporada alta llegan a elaborar hasta cien piñatas a la semana, todas vendidas.
Navidad
La Navidad marca el ritmo más intenso, por lo regular entre los diseños más solicitados son el Grinch y Santa Claus, aunque Doña Viviana confiesa una debilidad reciente son las estrellas de siete picos, confesando que incluso se ha enamorado de ellas por su diseño y colores.
Lo que en un inicio parecía raro para ella con el tiempo se fue normalizando, los pedidos modernos como piñatas de Jenny Rivera o Ángela Aguilar, pero las estrellas tradicionales, con su simbolismo, reinan. Los precios, pensando en el bolsillo de la gente, oscilan entre los 80 y los mil 500 pesos.
El trabajo detrás de las piñatas
Una piñata gigante puede tomar dos días de trabajo, el proceso inicia con el armado, después continúa con el secado y por último con el “vestido” que cautiva a los clientes. Más allá de las ventas, para Viviana el oficio tiene una misión profunda: “que no se acaben las tradiciones”.
En cada figura de cartón y papel de periódico, modelada con engrudo y paciencia, late un deseo: mantener viva la celebración, la alegría compartida y el arte que, en su caso, comenzó curando el alma.












