El maíz es uno de los cultivos básicos que se da en los 32 estados del país, lo que lleva a México a posicionarse como el octavo productor a nivel mundial con un volumen anual promedio de 27 millones 503 mil 477 toneladas. Se destaca por la diversidad del grano, ya que existen 59 razas nativas.
La diversidad de maíces de México es el resultado de tres influencias: su domesticación, su cultivo y la diversidad de prácticas agrícolas y de usos de más de 80 pueblos originarios. El cultivo tiene una gran diversidad de ambientes, por lo que los productores han logrado adaptar y mantener una extensa diversidad de maíces nativos.
Nuestro país es considerado centro de origen, domesticación y diversificación del maíz, ya que existen 59 razas nativas, que representan un significativo porcentaje respecto a las 220 a 300 razas que hay en el continente americano. Además, cubre poco más de la mitad de la superficie agrícola sembrada en todo el territorio, con aproximadamente 7.5 millones de hectáreas.
Chiapas ocupa actualmente el cuarto lugar en producción de maíz a nivel nacional, con un volumen de 197 mil 681 toneladas al cierre de julio de este año, según el último reporte difundido por Fomento Económico de Chiapas AC, con datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP).
Entre 2019 y 2022, el volumen de producción registró una recuperación general de 4.4 % con un crecimiento en la superficie sembrada de 1.7 %. Sin embargo, para el último año agrícola (octubre 2021-septiembre 2022) se estima una disminución de 3.3 % en la producción.
Maíces nativos
Los maíces nativos son aquellos que se han conservado por la práctica de selección de semillas que realizan los agricultores cada año, se diferencian de los que se han generado por métodos de mejoramiento, como las variedades de polinización libre, líneas puras e híbridos, y tienen un gran potencial para brindar información útil que contribuye a enfrentar el cambio climático.
El término “raza” se ha utilizado en el maíz para agrupar individuos o poblaciones que comparten características en común de orden morfológico, ecológico, genético e histórico de cultivo.
Se nombran a partir de sus características fenotípicas, tipo de grano, lugar o región donde inicialmente fueron colectados o son relevantes, además del nombre con el que son conocidos por los grupos indígenas o mestizos que los cultivan.