Desapercibida por los transeúntes es como pasa el primer domicilio que habitó una de las figuras más emblemáticas de la conservación en México y el mundo. Miguel Álvarez del Toro vivió en pleno centro de Tuxtla Gutiérrez.
El inmueble pintado de rosa, resguarda en el tejido de su construcción el adobe y en sus pasillos retiene los recuerdos de aquel hombre que la habitó de 1945 hasta 1960. Don Miguel emprendió una admirable trayectoria profesional encaminada a descubrir y describir la riqueza biológica de aquel Chiapas feraz, que como él decía “es el paraíso para los naturalistas de corazón”.
Naturalista
Autor de siete libros y coautor de dos más, así como de más de 70 artículos en revistas especializadas, Álvarez del Toro recibió numerosos premios y reconocimientos nacionales e internacionales y tres doctorados Honoris Causa.
Sus libros le aportaron conocimientos teóricos de zoología y guiaron sus primeras incursiones en la taxidermia, bagaje que lo llevaría a convertirse, primero en peón del Museo de la Flora y la Fauna Nacional, y más tarde, en subdirector del mismo.
Distintos botánicos y zoólogos le han dedicado al menos 15 especies biológicas.
La deuda con don Miguel es amplia. Al pionero de la conservación en Chiapas, le debemos la existencia de áreas naturales protegidas como El Triunfo, La Encrucijada, La Sepultura y Selva El Ocote. Y su legado más tangible: el Zoológico Regional fundado en 1980 que lleva su nombre y considerado único en su género por resguardar solo especies de fauna de la entidad, algunas en peligro de extinción como el quetzal.
Este domicilio es considerado el “punto de partida del proyecto MATuraleza”, el cual buscar crear conciencia y echar un vistazo al pasado y presente ambiental de la selva tuxtleca a través de las aves.
Proyecto
El proyecto MATuraleza, tapizó las calles de la capital con fotos y textos de aves y funge como “mecanismo para dimensionar qué tanto ha cambiado el paisaje tuxtleco a lo largo de las décadas, y generar conciencia sobre el deterioro ambiental que hemos perpetuado, en aras de una funesta y errada visión de modernidad”.
La iniciativa fue del gobierno municipal de la capital, el Zoológico Miguel Álvarez del Toro y la asociación de conservadores de la naturaleza y observadores de aves Helliomaster.
Resaltan que en la capital, se ha vivido una modificación garrafal que ha afectado principalmente a la naturaleza, pues en “lo que hoy es el andador de San Roque, hasta hace apenas 70 años, era posible ver el pecho rojo de los granatelos mexicanos” o en “una caminata por La Chacona hacía posible tener un encuentro con el deslumbrante mosquero real”.
En las selvas tropicales que existieron y en lo que hoy es Vida Mejor podría descubrirse una pareja de somnolientos búhos cuernos blancos; una visita nocturna al Parque Madero permitía escuchar el canto de los pájaros estaca; y un paseo por lo que hoy es Paso Limón y Torre Chiapas, nos daba la oportunidad de conocer a la garza más pequeña del mundo: la garcita de tular.
Es de recordar que Tuxtla Gutiérrez ha sido propuesta como una ciudad en la que se pueden realizar turismo para observación de aves debido a ser un sitio donde anidan distintas especies migratorias.