Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna

“Participar en la eucaristía no es solo un ejercicio piadoso de fe, sino el banquete celestial, el pan que nos llevará a vivir para siempre”, afirma monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, obispo de San Cristóbal de Las Casas y administrador apostólico de la arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez.

El líder religioso dijo que en el evangelio dominical “continuamos escuchando la revelación que Jesús hace de si mismo, y así dice, ‘yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre’ y lo precisa más todavía, ‘el pan que yo les voy a dar, es mi carne para que de ella el mundo tenga vida’”.

Mensaje

Las palabras de Jesús no se prestan a equívocos, por eso los judíos protestan diciendo: “¿Cómo puede este darnos a comer su carne?”, pero Jesús no suaviza el mensaje, sino que lo refuerza de dos maneras, primero en negativo, “sino comen la carne del hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes”; luego en positivo, “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día”.

Los judíos tienen en la historia de su pueblo, el hecho del maná en el desierto con el que Dios los alimentó durante 40 años; sin embargo, Jesús añade, no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron, “el que come de este pan vivirá para siempre”.

Aguilar Martínez sostuvo que no podemos mal acostumbrarnos a escuchar estas palabras de Jesús sin que nos transformen, “participar en la eucaristía no es solo un ejercicio piadoso de fe, sino el banquete celestial, el pan que nos llevará a vivir para siempre”.

Celebración

Añadió que estamos celebrando la eucaristía pocos días después de haber celebrado la asunción de la virgen María, anticipo e imagen de la perfección que alcanzará la iglesia, garantía de consuelo y esperanza paras el pueblo todavía peregrino en la Tierra.

“Escuchemos a san Pablo, que nos recomienda portarnos, no como insensatos, sino como prudentes, no irreflexivos, ni en embriagueces, sino llenos del espíritu santo, cantando con todo el corazón las alabanzas del señor.