Ante el grave problema de inseguridad que existe en diversas zonas de México y en el que Tapachula no está exento, es necesario que los padres de familia sean corresponsables con las autoridades educativas en la seguridad de sus hijos, así como mantener comunicación y vigilancia ante situaciones que pudieran ponerlos en riesgo.
En este sentido, el coordinador de la pastoral educativa de la diócesis de Tapachula, Gonzalo Amarante Vázquez Zavala, afirmó que los padres, iglesia, medios de comunicación, instituciones de gobierno, la escuela y organismos no gubernamentales, son los entes que deben participar en guiar a los jóvenes para darle sentido a una nueva generación con entendimiento y no de violencia, esto para contrarrestar el resquebrajamiento de la sociedad.
Indicó que hoy más que nunca es necesario cumplir con la responsabilidad de educar a los hijos y saber escuchar a los jóvenes y brindarles el acompañamiento necesario con la finalidad de que, en un futuro cercano, la sociedad tenga una mejor alternativa para salir adelante.
Dijo que muchos padres han contribuido a que sus hijos delincan, primero a menor escala y poco a poco va subiendo de nivel, hasta encontrarnos en un callejón sin salida, en la que, de no corregir a tiempo, esto generará un mayor daño social a mediano plazo.
Señaló que “desafortunadamente hay un fenómeno en que los hijos quieren mandar a los padres, y al dejarlos, les está abriendo la puerta a la desobediencia, que tarde o temprano lo va a manifestar en el comportamiento en las calles, o peor aún, violando las leyes”.
Detalló que es fundamental que los jóvenes encuentren una motivación en sus vidas para cumplir con sus responsabilidades y de esta forma evitar caer en la tentación de las adicciones, la delincuencia o el ocio, por ello, también es importante que la propuesta es que otras entidades que están fuera de las familias coadyuven en la formación de los adolescentes.
Finalizó mencionando que la familia es parte fundamental de la formación de los jóvenes, por lo que hizo un llamado a los padres de familia a ser más responsables en la educación de los niños y jóvenes, porque “desafortunadamente las consecuencias del mal comportamiento, siempre terminan en la cárcel, en el hospital o en el panteón”.