Ramona, la matriarca de la chuntá

En una de las calles cerradas del barrio Santa Elena se ubica la casa de Ramona Hernández, en la parte alta de Chiapa de Corzo, donde parece comenzar el trazado de las calles con el colorido y la alegría de los días de la Fiesta Grande.

La mujer de 75 años congrega a la única pandilla integrada principalmente por niñas, niños y mujeres que desde hace 23 años comparten su fascinación por la tradición del pueblo que la acogió desde niña.

Ramona es originaria de Juchitán, Oaxaca. Huyó con su familia de la inseguridad y ahora está asentada como hija adoptiva de la ciudad que honra con la continuación de sus tradiciones, ademas de haberse casado con un chiapaneco.

Historia

En el 2000, Manuel —el menor de los seis hijos de Ramona— tuvo la inquietud de iniciar el grupo de la chuntá que entonces llamaron Los Compadres, y reunió a una decena de personas, familiares en su mayoría.

En vista de la popularidad de Ramona, que lideraba por su carisma y peculiar alegría, al año siguiente el grupo cambió su nombre a la Pandilla de la Tía Ramona, e hicieron invitaciones de papel y las repartieron casa por casa.

En ese momento algunas personas —principalmente hombres— cuestionaron y criticaron a Ramona por formar un nuevo grupo sin pedir el apoyo ni la autorización de nadie, pero hizo oídos sordos y decidió continuar.

“Las niñas y los niños se identifican mucho conmigo”, cuenta la mujer que disfruta de colocarse una hermosa trenza de estambre con listones de colores. Sus hijas y nietas la maquillan y ayudan a colocar los accesorios de su vestuario con el que Ramona baila, aun sin música.

Más adelante logró la difusión del nuevo grupo de Santa Elena con ayuda del perifoneo de Radio Lagarto y en 2003 reunieron recursos para contratar una banda de música. Su hijo, sobrinos y nietos tocan el tambor y el carrizo, “todo lo hacemos en familia y esa es mi alegría”.

La pandilla es una de las más organizadas, aunque no la más numerosa, y esto permite que Ramona pueda estar al pendiente de las niñas y los niños que la acompañan a visitar a los santos.

Fortunata

El acercamiento de Ramona a las tradiciones de Chiapa de Corzo fue inculcado por su madre Fortunata, que recuerda, fue una de las fundadoras de las primeras pandillas y logró mantenerla por 40 años. “No hubo año que no saliera a bailar con mi madre”, comentó.

“Salía yo porque siempre me ha gustado, animaba a las más pequeñas, a las mujeres y a los muchachos porque me gusta la alegría y me gustaba gritar y echar: ¡Viva!”, añadió.

Su mamá le decía que la celebración se hacía para revivir el pueblo, porque los políticos únicamente llevaban amarguras.

Recuerda que los trajes eran de manta “como los que usan en los Altos, no teníamos que prensa, pelo o gancho, se usaba la vaselina y la lima de chichita para hacer un tocado con la flores de pensamiento”, o para hacerse trenzas con listones de colores, pero no se usaba maquillaje.

Le encanta bailar todo tipo de música, en especial los sones chiapanecos ejecutados por una banda de música que este año no pudieron pagar debido a la crisis económica pospandemia que también afectó a su familia.

En el recorrido actual de la Pandilla de la Tía Ramona, visitan la imagen del Señor del Calvario, luego salen a la avenida principal que conecta con otros barrios y con el centro de Chiapa de Corzo; posteriormente siguen la ruta rumbo al panteón municipal, visitan a San Sebastián Mártir y regresan a Santa Elena.

Este año, Ramona enfermó, sin embargo, esto no mermó las ganas de salir a bailar y disfrutar de la fiesta de esta tierra.