“Solo en México podría haber un altar donde estuvieran juntos Jaime Sabines y Nikola Tesla”, dice un transeúnte en su paso por el camino de las ánimas que se dirigen al Museo Regional de Chiapas, donde se lleva a cabo la 40 celebración de Día de Muertos.
Cae la noche y a media luz el vestíbulo recibe a las almas de los difuntos con sus ocho altares; reluce uno de huesos humanos, realizado por el antropólogo Javier Montes de Paz y la criminóloga Abigail Reyes López, un tzompantli que da cuenta del origen prehispánico de esta celebración.
Entre aplausos, catrinas y catrines del grupo Amanecer Danzonero inauguran el evento; sigue un concurso de mascotas: perros y gatos disfrazados de calabazas, brujas y fantasmas dan pie a la conmoción del público.
Las luces se apagan súbitamente, unas veladoras al centro apenas iluminan el rostro de uno de los actores del área de Servicios Educativos, “solo una vida tenemos, y si la perdemos, no la recuperamos, recordad”, grita el protagonista mientras se realiza el desfile de almas en pena con dirección a un altar que simula el panteón.
El altar y el discurso del sketch de la película Macario recuerdan que ante la muerte todos somos iguales; campesinos, gente adinerada, catrinas y luchadores, danzan a lado del panteón y dan muestra de ello.
La simulación del panteón da cuenta de la creatividad del mexicano: al centro dos tumbas y banderas de Israel y Palestina, que a sus lados tienen cruces con el nombre de Cepillín, migrantes, Juan Gabriel y Chavela Vargas.
También participaron cantando música popular mexicana, representantes y alumnos del Colegio de Bachilleres de Chiapas (Cobach) 145.
El evento cerró con la participación de la Compañía Folklórica Candox, quienes realizaron una danza prehispánica maya.