Señor, no soy digno de que vengas a mi casa; pero basta una palabra para que mi mente, mi alma, mi corazón quede sano, expone el sacerdote Hedilberto Pérez Vicente.
En referencia al evangelio de San Lucas y día de los santos Cornelio y Cipriano, y a San Pablo, el presbítero señaló que la iglesia hace la eucaristía y la eucarística hace a la iglesia, porque es ahí donde se vive la comunión fraterna.
“Es decir, es ahí en donde nosotros podemos vivir nuestra caridad con los hermanos, y por eso decimos hoy que esa comunión fraterna, encuentra en la eucaristía el amor a los hermanos”.
Pidió que al estar en la eucaristía, se puede participar de estar con Cristo, comemos el cuerpo del Señor que nos ofreció en el momento en que entregaba su vida a fondo y siempre lo hizo, unas veces con los enfermos, unas veces como esta con el empleado del centurión, otras veces los necesitados.
Afirmó que de tal manera, Jesús siempre ofreció su vida y siempre fue un hombre pro existente, tenía una personalidad excéntrica, los demás eran, para él, su centro de atención.
“Por eso estimado hermanos, dice San Pablo que cuando comemos el cuerpo y la sangre del Señor y no vivimos la caridad y el compartir con nuestros hermanos, estamos comiendo nuestra propia condenación, así que no pasemos a comulgar si no estamos viviendo en nuestra propina comunión interna, no pasemos a comulgar si no sabemos compartir desde nuestra pobreza o desde nuestra pobreza a los más necesitados, nunca humillar a los pobres, porque eso es condenación; por eso cuando no vivamos esta inspiración de la eucaristía, en el amor y en la caridad le digamos a Jesús con humildad: Señor, no soy digno que vengas a mi casa; pero si una palabra para que mi casa, mi alma, mi corazón, mi ser, quede sano”.