En Tuxtla Gutiérrez se encuentra una capilla del Señor del Veneno, íntimamente ligada a la cultura popular y la religiosidad tuxtleca.
Ayer se celebró la coronación del santo patrón y hoy se lleva a cabo la misa de celebración. Los detalles alrededor de las creencias y celebraciones de este santo, los abordó María Antonia Jiménez Palacio, vicepresidenta de la feria en su honor y encargada de la mencionada capilla.
La capilla y lo que resguarda
La capilla está en la calle Palenque, entre 14 Poniente y calle Copainalá, en la colonia Issste. Es de dimensiones cortas y hecha de lámina. Aunque está ahí desde 1998 no se le ha construido un templo formal porque el municipio no ha otorgado el permiso para su construcción, pues argumenta que son áreas verdes y hasta la fecha no se ha llegado a ningún acuerdo con los feligreses.
La donación de la imagen que mide 1.80 por 1.90 metros, la hizo doña “Mechita”, mujer que se encontraba enferma y cuentan que fue milagrosamente sanada por el Señor del Veneno; en agradecimiento a esto, la señora donó la imagen.
La celebración
Doña “Mechita” ha fallecido, empero la religiosidad y el misticismo impregnaron la tradición del lugar y el Señor del Veneno es coronado cada 15 de octubre y al siguiente día se celebra en su honor una misa en punto de las 6:00 de la mañana.
Además de la misa de las 6:00 de la mañana, que será oficiada por el obispo, a las 6:00 de la tarde se celebra una última misa para culminar la celebración, oficiada por el párroco de la capilla, el padre Gustavo Mariscal.
La festividad religiosa inició el pasado 8 de octubre con un novenario de rezos y en el intervalo de las celebraciones se instala una feria en las inmediaciones.
El Señor del Veneno
La leyenda cuenta que el 18 de agosto de 1602 llegó a la entonces capital de Nueva España una delegación de la orden dominica que traían consigo un crucifijo de tamaño natural, labrado en madera; ahí donde instalaron la cruz fundaron un seminario que llamaron Porta Coeli o Puerta del Cielo.
La tradición afirma que hubo un clérigo que todos los días rezaba al Cristo y al término besaba sus pies. Un día un criminal se confesó con el sacerdote y éste le dijo que para poder purgar su delito debía arrepentirse, devolver lo robado y entregarse ante la justicia.
El delincuente no quiso y se fue, pero temiendo que el clérigo lo delatara y sabiendo de la costumbre de éste, volvió e impregnó con veneno los pies del Cristo.
Cuando ese día el clérigo llegó encontró al Cristo con los pies recogidos para que no le fueran besados, además, la imagen había adquirido un tono oscuro, ya que se supone que había absorbido el veneno. Desde entonces se le conoce como el Señor del Veneno.