En el taller Alfa y Omega, ubicado en la ranchería Los Alcanfores, en San Cristobal de Las Casas, se fabrican ataúdes de diferentes tamaños y estilos listos para ser distribuidos a varios municipios de Chiapas, específicamente en la zona Altos y la región fronteriza.
Esta casa editorial da testimonio del trajín de los menestrales y al collage de féretros colocados unos sobre otros que serán utilizados para el descanso eterno de un sinfín de almas que perdieron la vida sin saber la causa de su muerte.
La imagen puede resultar algo estremecedora y lúgubre, ya que también hay varios pedidos de ataúdes para bebés y niños, y más en estos momentos donde los registros de decesos por Covid-19 en Chiapas se han disparado, situación que alarma a muchos ciudadanos pero para esta industria representa un beneficio y un ligero aumento en la producción de cajas fúnebres.
“Hemos visto un significativo repunte de pasar de 50 hasta un 80% en las ventas, y los pedidos van de 25 hasta 30 ataúdes cada 15 días o antes, la mayoría corresponde a la zona Altos y también a la fronteriza”, explica Daniel Jiménez, artesano y propietario del taller.
Es importante mencionar que desde hace algunos años el menestral y su equipo se dedican a la fabricación de cajas mortuorias utilizando maderas como el cedro, pino y huanacaxtle, entre otras.
Además, las piezas -de principio a fin- son detalladas manualmente y cuentan con una singular vestidura de telas asequibles o finas que conservan la tradición y el folclore chiapaneco.
En una breve explicación, el maestro afirma que “primero la madera pasa por un proceso de selección, luego se corta a la medida estándar que corresponde a 1.92 metros de largo y 58 centímetros de ancho”, las medidas pueden variar dependiendo el cliente.
Posteriormente, las tablas se ensamblan dando forma al cajón y los estilos pueden ser piramidal o de bóveda; algunos ataúdes pueden llevar una cruz levantada, esponjeados, con herrajes, cristal corrido y tapizados con telar velour.
David asevera que a pesar de que los pedidos en algunas funerarias de las regiones antes mencionadas son consecutivos, trata de mantener sus costos los cuales oscilan desde 800 hasta los tres mil 800 pesos, el ataúd más caro.
Aunque sabe que la muerte se guarda en sus ataúdes, el ebanista y su equipo siguen construyendo con pasión y temple, y respecto a la situación de emergencia que se vive en el estado, dice que están a la orden y pone a disposición su labor en caso de ser necesario si los decesos llegaran a aumentar en San Cristóbal donde actualmente vive y en las zonas indígenas aledañas.
Para finalizar y sobre el tema de las disposiciones higiénicas ante los decesos de Covid-19, David afirma que están preparados -en caso que se requiera- para atender los procedimientos preventivos en la fabricación de féretros, “pero son las funerarias quienes llevan el protocolo de actuación para los fallecidos”.