Señala su postura contra la Ley de Voluntad Anticipada

Asegura que la lay podría erosionar la conciencia moral y la pérdida de presencia médica y familiar en los hospitales. Diego Pérez / CP
Asegura que la lay podría erosionar la conciencia moral y la pérdida de presencia médica y familiar en los hospitales. Diego Pérez / CP

El arzobispo de Tuxtla, monseñor José Francisco González González, expresó su posición contra de la Ley de Voluntad Anticipada, recientemente aprobada por el Congreso de Chiapas; asegurando que la medida, que permite rechazar tratamientos en etapa terminal, va contra la enseñanza de la Iglesia sobre el valor del sufrimiento y la esperanza, mientras reiteró que la verdadera respuesta ante el dolor debe ser la atención, cuidados paliativos y cercanía humana, no la anticipación de la muerte.

En días recientes, el Congreso del Estado de Chiapas dio luz verde a la Ley de Voluntad Anticipada para enfermos terminales, que permite a personas con diagnóstico incurable o en fase terminal rechazar tratamientos médicos para prolongar la vida, resguardando su dignidad y autonomía.

La ley establece procedimientos claros: requiere un documento escrito ante notario público o formato médico, firmado por la persona en pleno uso de sus facultades o, en su defecto, por familiares en un orden jerárquico. También contempla la revocación en cualquier momento y crea un Registro Estatal a cargo de la Secretaría de Salud, para garantizar el cumplimiento y resguardo de estas voluntades.

Ante esto, el arzobispo subrayó que al etiquetarla como “voluntad anticipada” o incluso “eutanasia”, se promueve una cultura de muerte, opuesta a la espiritualidad humana y cristiana.

“La vida, mientras hay vida, hay esperanza. Si no hay vida, no hay esperanza”, afirmó.

Asimismo, destacó que permitir esta ley, aún en casos extremos, podría erosionar la conciencia moral de autoridades, familiares o terceros que tomen decisiones sobre la muerte.

El valor del sufrimiento

El prelado defendió el valor del dolor como vía de aprendizaje, redención y reconciliación, citando la pasión de Cristo como ejemplo del dolor salvador, señalando que el sufrimiento puede acercar a las personas, eliminar rencores y promover la unión familiar, transformando relaciones irreconciliables.

Igualmente, enfatizó que, desde la perspectiva de la Iglesia la vida es un don sagrado de Dios y que solo Él debe decidir el momento de partir.

En consecuencia, dijo, la sociedad tiene obligación de proporcionar cuidados ordinarios, como hidratación, alimentación y medicamentos adecuados, aunque no extraordinarios; además de garantizar compañía, consuelo espiritual y atención hasta el final.

Finalmente, criticó la erosión del tejido humano que puede causar la ley, en particular la pérdida de presencia médica y familiar en los hospitales, donde muchos pacientes mueren por soledad antes, incluso, del proceso físico del fallecimiento.

“Esta voluntad anticipada, bajo un eufemismo de dignidad, puede abrir la puerta a otros actos autorizados que degradan la vida, comparando esta posibilidad con la escalada de violencia institucional del nazismo”, concluyó.