Siempre están alertas y de alguna manera son vulnerables, pero tienen un objetivo en mente: llegar a Estados Unidos, considerado “el sueño americano”.
Para muchos migrantes provenientes de Honduras, Guatemala y El Salvador, pero también de Venezuela, Haití y muchos países más, vale la pena el riesgo porque escapan de la crisis económica, la violencia y la inseguridad.
Anteriormente la vigilancia por parte de agentes de Migración y el Ejército era más densa, por lo que pocos migrantes se arriesgaban a llegar al municipio de Arriaga, Chiapas, y esperar en la Casa del Migrante Hogar de las Misericordia, un espacio que les brinda cobijo y alimentación, mientras esperaban el paso del tren de carga que une las fronteras sur y norte de México llamado “La Bestia”.
Al respecto, personal del albergue comenta que anteriormente recibían a más de 20 centroamericanos por semana, pero con la primera caravana el número se disparó considerablemente.
Rutas alternas
Los hondureños Rogelio y Darío explican que la situación es más complicada para viajar, “ya que las autoridades están en todos lados”; a pesar de eso, muchos optan por otras rutas como la costa sur en el Soconusco o en la zona sur de Tabasco, en el municipio de Tenosique, región de Los Ríos.
Estos migrantes esperan un contacto de Tapachula que les informa del paso del tren.
“Soy del departamento de Morazán, El Salvador, un lugar jodido y pobre; aunque amo mi bandera, quiero vivir mejor”, dice Orlando, de 35 años, que a pesar de su objetivo claro también le teme al “chicotazo” de “La Bestia”, que ha dejado infinidad de muertos y mutilados.
La mayoría de los migrantes viaja en el techo del tren, sobre la carga o en los huecos de los vagones. La rama de un árbol, un túnel, un paso en falso o dormirse, es fatal.
Según datos de Aduana y Protección Fronteriza de EE. UU., se estima más de 900 muertes en 2022.