Siniestro pasado: Calvario por un cadáver

Publicado 19 de enero de 2003Fredy Pérez / CPCon menos de 100 pesos en la mano, Amparo Escobar Hernández llegó a esta ciudad, después de caminar más de 120 kilómetros para tener junto a ella el cadáver de su bebé que pereció en el Hospital Regional.

No pudo estar al cuidado del recién nacido durante los 13 días que permaneció en el área de cuidados especiales: estaba delicada de salud y tenía que cuidar a sus cuatro hijos en Chicomuselo.

Con la herida aún fresca de la cesárea, la mujer de 25 años de edad, tomó el primer autobús cuando recibió la noticia de que su niña María del Carmen González Escobar había dejado de existir en el nosocomio.

Su esposo ya no pudo acompañarla para recoger el cuerpo de la recién nacida. De oficio mecánico, Rodrigo González Calderón tuvo que pedir trabajo en un rancho de Chicomuselo, para pagar una deuda de dos mil pesos; dinero que necesitó para el transporte, medicinas y pago del hospital donde nació su quinto hijo .

Días previos al 27 de diciembre, el malencarado patrón de Rodrigo le negó el préstamo.

No le quedó otra alternativa que buscar el dinero con sus conocidos. Uno de ellos le dio dos mil, con la condición que no se demorara tanto en pagar la deuda.

Acompañada de su hijo Eduardo de nueve años de edad, Amparo llegó al Hospital Regional para pedir el cuerpo de su hija. Tuvieron que pasar más de ocho horas para que pudiera regresar a Chicomuselo con el cadáver.

Primero, en la Procuraduría de Justicia del Estado declaró durante cinco horas y para pedir el cuerpecito de su hija, la bajita mujer tuvo que pasar otras tres horas en los fríos pasillos del hospital ante la mirada indiferente de médicos y enfermeras.

A punto de llorar, Amparo les decía a los médicos que si no querían darle el cuerpo de su hija, entonces que se quedarán con él. El entonces director, Raúl Belmont Martínez, ahora sí, pedía la presencia de un fiscal.

Ya entrada la noche del pasado 10 de enero, Amparo pudo tener ante ella el cuerpecito de su hija muerta, no quería llevar el féretro en sus piernas, por la herida de la cesárea que aún supuraba y por la creencia de que estar cerca de un cadáver podría “contaminarse”.

El chofer del auto Volkswagen, de una dependencia del gobierno municipal, que trasladó a Amparo y su hijo Eduardo hasta su pueblo natal, no lo pensó más: colocó el pequeño féretro en la cajuela del auto compacto.

El 27 de diciembre, Amparo y su esposo Rodrigo llegaron hasta la clínica del IMSS de Chicomuselo, pero se toparon con las puertas cerradas. La doctora y la enfermera tenían siete días de estar de vacaciones.

Entonces en un taxi que les cobró 800 pesos, Amparo y su esposo se trasladaron a esta ciudad, porque pensaron que aquí “hay mejores médicos” y que su hija iba a nacer sin complicaciones en el hospital.

Jamás pensaron quedarse en Frontera Comalapa, donde hay un hospital del IMSS y podía nacer la bebé.

Cuenta Amparo que durante los nueve meses de embarazo nunca tuvo complicaciones. “Fue un embarazo normal”.

El 27 de diciembre cuando nació su hija, solo la miró de lejos unos cuantos segundos.

Casi no la conoció, las enfermeras la enviaron al área de cuidados intensivos. Ahí, la niña permaneció internada durante 13 días.

Las dos semanas que estuvo Rodrigo al cuidado de su hija, fue un suplicio para él. Con menos de mil pesos tuvo que comer y comprar las medicinas que le pedían los médicos y enfermeras del hospital.

Amparo, mientras tanto, hacía lo posible para mantener a sus cuatro hijos en el caluroso Chicomuselo.

El matrimonio tenía fe de que la niña se recuperara, pero el 10 de enero, las autoridades del nosocomio les comunicaron que la niña había muerto.

“Yo no pensé que se muriera. Me avisaron que la niña estaba muerta. Cuando nació no me la entregaron. Desde lejos la vi y estaba bien gordita”, dice Escobar Hernández y rompe en llanto.

La hija de Amparo es otro de los bebés que serán exhumados en próximos días.