Publicado el martes 11 de abril de 2006Fátima Monterrosa / CPCaía la tarde del 26 de marzo cuando sonó el teléfono del senador Jesús Ortega. No era una llamada cualquiera.
-¿Qué tal Jesús, como va todo en Chiapas?
Era Andrés Manuel López Obrador. Quería conocer el desenlace del proceso para elegir al candidato del PRD al Gobierno de ese Estado.
En la conversación, Ortega, coordinador de la campaña presidencial perredista, explicaría en detalle los puntos principales de la negociación con el gobernador Pablo Salazar y el alcalde priista de Tuxtla Gutiérrez, Juan Sabines Guerrero. Pactaban la candidatura al Gobierno del Estado de la coalición Por el Bien de Todos.
-Todo va bien- respondió Ortega.
Estoy cerrando las negociaciones. Pablo aceptó que Rubén Velásquez no sea candidato…. quiere la primera fórmula al Senado.
Los testigos de la conversación relataron que López Obrador preguntó si Sabines ya había aceptado ir por el PRD. Ortega, según las dos fuentes que confirmaron la información respondió: “todo lo he manejado directamente con él. Dice que acepta la propuesta, que será nuestro candidato; solo falta afinar unos detalles, sobre todo la estrategia para romper con el PRI. Quiere que se cuiden las formas”.
Lejos de ahí, a más de de mil kilómetros, el alcalde priista de Tuxtla Gutiérrez -quien, apoyado por Salazar Mendiguchía, arrebató la capital del estado al PAN- festejaría su virtual candidatura. Y lo hizo en una de las cantinas tradicionales de la capital chiapaneca: Ali.Ba.bar.
Era un día especial pero lleno de contraste. Juan Sabines tenía prácticamente amarrado el sueño de ser candidato a gobernador: para entonces ya no importaba que no lo fuera por su partido, el PRI, el mismo que llevó a su padre, del mismo nombre, al Ejecutivo estatal en los ochenta.
Las negociaciones entre el PRD y Salazar -confirmadas por dirigentes y colaboradores de López Obrador que participan en las mismas-, sepultaron las aspiraciones de los perredistas Emilio Zebadúa, Rubén Velásquez, Rutiló Escandón y Placido Morales, quienes buscaron desde meses atrás la candidatura al gobierno chiapaneco.
Los cuatro se inscribieron para participar en la contienda interna, prevista para el 8 de abril. No sabían que la convocatoria sería cancelada desde México como resultado de los acuerdos entre Sabines y el gobernador del estado. Esas negociaciones tuvieron impacto no solo entre los perredistas.
Cuando supo de ellas, la dirigencia nacional del PRI también canceló su proceso interno, porque vio que desde el interior se preparaba una celada.
La dirigencia nacional del PRI denunció que el exgobernador Roberto Albores Guillén había negociado con Pablo Salazar para reventar el proceso priista y apoyar a Sabines, a cambio de que se limpiaran “todos los procesos jurídicos” que hay en contra exfuncionarios presos por corrupción, en los que estaría implicado el propio Albores.
“La dirigencia del PRI pudo constatar fehacientemente que el presidente municipal de Tuxtla Gutiérrez, Juan Sabines Guerrero, aceptó la candidatura del PRD y junto con Albores Guillén, intentarán registrase para descalificar las elecciones internas y tener un pretexto público para aceptar la candidatura perredista”, denunció en un inusual comunicado emitido el pasado miércoles 5 de abril. Por ello, el PRI decidió usar un método antigüito: candidatura por unidad.
Candidato oficial
Desde el inicio de su mandato, Salazar dejó ver una abierta simpatía por Rubén Velásquez López. Cuando Emilio Zebadúa dejó el cargo de secretario de Gobierno para ocupar una diputación, no lo pensó para colocarlo en su lugar. Desde entonces rompió con Zebadúa, a quien calificó de “traidor”. Y más encono le tuvo cuando éste anunció que buscaría ser candidato a Gobernador para 2006. Ya instalado en la Secretaría de Gobierno, Velásquez comenzó a promover su imagen. Y al renunciar a su puesto, el pasado 14 de marzo, desplegó una millonaria campaña a través de espectaculares, gallardetes y publicidad en todos los medios de comunicación chiapanecos, anunciando que buscaría ser el próximo gobernador.
Para entonces, Velásquez ya tenía amarrada la negociación con el Partido del Trabajo, y creyó que con el respaldo del gobernador tendría en sus manos también el apoyo del PRD. Nunca imaginó que habría un veto insalvable a su persona; el de López Obrador.
La razón: las encuestas mostraron que en Chiapas las preferencias electorales por López Obrador estaban diez puntos por debajo de Madrazo. Y en su arranque de lo que los perredistas califican como “pragmatismo” puro en su afán de llegar a Los Pinos, el candidato presidencial preguntó quién podría ayudar a remontar la desventaja; escuchó el nombre de Juan Sabines.
Y no lo pensó; dio la instrucción para conseguir que Sabines, el hombre cuyo apellido despide altos olores pórticos, fuera el candidato. Faltaba más.
Sabines y su arraigo
Sin mayor arraigo en Chiapas que el apellido, Sabines regresó a Tuxtla Gutiérrez en 2000, luego de haber vivido prácticamente durante 30 años en el DF. Su nombre y apellidos, sin embargo, fueron un arma contundente cuando el PRI le arrebató al PAN la capital del estado, luego de que éste la había gobernado nueve años. Era 2004 y Sabines, que había sido diputado local, barrió con los panistas; les ganó por 60 mil votos.
En el Ayuntamiento colocó a sus amigos. Ya en la alcaldía de Tuxtla Gutiérrez, Sabines se ha hecho famoso por dos razones. Pero también han cobrado relevancia sus recurrentes apariciones en famosas cantinas y bares: Klass, La Cantina de los Remedios, La Tía Meche, Las Laminitas y Alí Ba-Bar.
El festejo
El 28 de marzo pasado, Juan Sabines tenía doble motivo para festejar. Se cumplía uno de sus sueños para seguir los pasos de su padre. Y, sobre todo, había recibido el respaldo del mandatario Salazar.
No le importaría el desprecio de la dirigencia nacional del PRI, que -según él- sin consultarlo, lo borró de la lista de candidatos al gobierno y quiso ofrecerle la segunda fórmula al Senado por Chiapas. Esto, según la confesión de Sabines a sus colaboradores lo había orillado aceptar la oferta del PRD.
Sabines revelaría que en sus encuentros con Roberto Madrazo le había hecho saber su aspiración por la candidatura, que contaba con el respaldo de César Augusto Santiago, y que estaba muy bien posicionado en las encuestas. Más aún que podría ofrecerle al PRI dos millones de votos.
Sin embargo, la candidatura le fue negada. Sin posibilidades de ir como candidato directo por el PRI, Sabines se abrió a los coqueteos que le lanzaban desde el PRD.
Sin saberlo, Sabines terminaría por ser el eslabón a unir por conveniencias mutuas, a dos personajes que durante cinco años protagonizaron una serie de diferencias políticas y personales; Andrés Manuel López Obrador y Pablo Abner Salazar Mendiguchía.
Por eso, en el PRD hubo sorpresa cuando empezó a saberse de las negociaciones con Salazar: “el protagonismo de ambos” dicen en el PRD los llevó a buscar acuerdos. Quienes le vendieron la idea a López Obrador aseguran que con Sabines el PRD tendría más de un millón de votos. Y para el mandatario chiapaneco significaría un blindaje que no tendría con el triunfo de un priista.
Aunque Sabines se ha negado públicamente a reconocer esta negociación, ya tiene la candidatura del PRD, PT y Convergencia. A pesar de todo, en el PRD se da como un hecho la candidatura de Sabines, un priista aún, que en su más reciente carta de impugnación al proceso interno del PRI, parecería hacer un retrato de la forma en que podría llegar a la candidatura del PRD.