Uno de los edificios más representativos de la política estatal es la antigua Presidencia Municipal que ahora se transforma en el Museo de la Cultura y las Artes de San Cristóbal, una estructura que recupera sus formas originales.
En este sentido, el equipo Na Bolom, involucrado en el rescate histórico, cultural y arquitectónico e integrado por Gregorio Vazquez , Humberto Pérez Matus y Raúl Vera, expuso información documental de valor en torno al edificio en restauración.
En conjunto, expusieron, muchos nos hemos preguntado ¿por qué el reloj del Palacio Municipal en San Cristóbal tiene el número cuatro romano con rayitas y no con el IV que debería? La leyenda urbana cuenta que la máquina fue víctima de la puntería de un francotirador, quien se apostó en la iglesia de Guadalupe. Su nombre: general Alberto Pineda Ogarrio.
Se dice que al repararlo, el relojero colocó por error los cuatro líneas en lugar del símbolo romano correcto. Lo cierto es que el impacto de la bala recorrió de atrás hacia adelante, pues el biselado del vidrio que provocó el proyectil quedó en la parte de afuera de la carátula.
Como desde entonces, el reloj municipal ha marcado la línea del tiempo de la ciudad, desde que se puso a andar su precisa maquinaria y sustituyó las campanadas del reloj eclesiástico que marcaba los ritmos de vida de la feligresía sancristobalense.
1885
La construcción del Palacio que dio albergue al Ayuntamiento coleto durante más de 120 años, comenzó el 19 de marzo de 1885. El general José María Ramírez gobernó el estado de 1883 a 1886. Ese día, en el marco de su cumpleaños, se colocó la primera piedra de lo que estaba destinado a ser el asiento de los poderes del estado. El Periódico Oficial, órgano de difusión del gobierno federal, narró el suceso en su foja 4.
“A las tres de la tarde, trasladado aquel en compañía de varios funcionarios públicos, de muchas personas notables y de una gran parte del vecindario, al sitio en que muy próximamente deberá de darse principio a la construcción del Palacio de Poderes del estado: después de levantarse y suscribirse el acta inaugural de la obra, procedió a colocar la primera piedra del edificio”.
Después de la construcción de la obra pública laica, con las limitantes y los vaivenes marcados por las carencias económicas y la inestabilidad política de la época, la capital política transitó entre Tuxtla y San Cristóbal. De 1824 a 1892 los poderes sumaron, de manera intermitente, 44 años asentados en el Valle de Jovel y el resto en Tuxtla; hasta 1892, cuando Emilio Rabasa los trasladó de manera definitiva.
Plan inconcluso
Según los expertos, es un edificio cuyo proyecto original no ha sido concluido y ha sufrido modificaciones que han obedecido a necesidades propias de un espacio que demanda atención al público, cubículos, falsos muros y la constante modificación y cambio de lugar de la escalera, que no correspondía al plano arquitectónico original.
Estas transformaciones fueron realizadas por personal no especializado en restauración de edificios históricos, coordinados por Bayardo Robles Riqué , titular de Sinfrac. El patrimonio arquitectónico de la ciudad fue protegido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) hasta mediados de la década de los setenta.
Su construcción fue dirigida, en principio, por el ingeniero Manuel M. Ponce de León; sin embargo, al darse el cambio de sede de los poderes a la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, el diseño original fue truncado y quedó inconcluso. Lo que se proyectara como un espacio con cuatro crujías quedó en lo que actualmente conocemos, un frontispicio de 63 metros de frente por 20 de ancho y 16 de alto hasta el frontón central.
El palacio que albergaría el Poder Ejecutivo en el estado de Chiapas empezó a funcionar dando un buen servicio para una población que a principios del siglo XX era de 14,132 habitantes. Según datos del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), para 2010 la población de San Cristóbal era de 185,917.
Habitantes actuales
Se calcula, según el ritmo de crecimiento poblacional, para este 2015 un aproximado de 215 mil habitantes. Ésta es una, entre otras razones, por las que el edificio dejó de ser funcional y suficiente para una población que ha crecido 15 veces en 110 años.
Es en este año, con la planeación y ejecución del proyecto del Museo de Arte y Cultura de los Altos de Chiapas el edificio fue intervenido de manera profunda y con mano de obra profesional por expertos en restauración de monumentos arquitectónicos.
La mano de obra especializada es de origen coleto, como la del maestro Pedro Cruz Porras, y sus alumnos, egresados de la Escuela Taller de Artes y Oficios. El maestro Porras goza de gran prestigio. Así el edificio ha recuperado las molduras originales y, poco a poco, dinteles, aristas, frisos y hasta un escudo de la época de Porfirio Díaz que se ubica en el pináculo del frontón.
Antigua escalera
La escalera de concreto que se encontraba en el centro, colocada a finales de los años cincuenta, y que reemplazó a la de madera del siglo XIX, ha sido sustituida por una estructura externa que permitirá que quienes sufren alguna discapacidad puedan acceder al edificio público de manera segura, como lo marca la ley.
El viejo palacio que fuera concluido por Carlos Z. Flores, autor e introductor del neoclásico en San Cristóbal, ha entrado a una nueva etapa, la de ser garante de la memoria histórica de los pueblos que habitan en los Altos de Chiapas. El edificio dará nuevos servicios, pero sobre todo el de preservar la identidad arquitectónica y la memoria histórica, algo vital en estos tiempos de globalización y avasallamiento de las culturas locales.
El edificio seguirá siendo sede de las sesiones de Cabildo, la casa consistorial o lugar del concilium en el cual se encuentra la diversidad, reflejo fiel de quienes hoy habitamos este lugar, el espacio para debatir, lograr acuerdos y seguir en el proceso de construcción de ciudadanía, idea primaria que diera sustento y sentido a la República.
Explicación
El reloj seguirá dando la hora, marcando la historia civil de la ciudad. Llegó a San Cristóbal el siglo XIX y pertenece a una generación de máquinas del tiempo a las que se les colocó las cuatro rayitas por un breve período, pero que después recuperaron el IV romano. Entre ésas se encontraba el Big Ben, pero la explicación más común es la dada por el español Alfred López en su blog: La más creíble es la que explica que, en 1370, el relojero Henry Vick recibió el encargo de realizar un reloj que se colocaría en la Torre del Palacio Real de Francia (actualmente conocido como La Conciergerie). El rey Carlos V de Francia recriminó al artesano el haber representado el 4 como IV. El relojero señaló que era así como se escribía, pero Carlos V respondió enojado: “El rey nunca se equivoca” (por algo era apodado “El Sabio”). Por tanto, debió continuar el uso del IIII. El reloj fabricado por Vick continúa colocado allí.