En las últimas semanas, en el centro de Tapachula y los alrededores de los mercados Sebastián Escobar 5 de Mayo y San Juan, han surgido puestos ambulantes o informales que expenden cárnicos a la intemperie y expuestos en la vía pública. Ejemplo de ellos son los ubicados en la 10ª avenida Norte, uno casi en la esquina de la 7ª calle Poniente y otro más en la 3ª Poniente, en los que evidentemente no se cuenta con medidas de salubridad.
Los carniceros de los mercados y establecidos acusan que no hay ninguna medida de higiene y que se trata de una competencia desleal en su contra, ya que además no se tiene certeza de la procedencia legal de la carne, que esté certificada como sana y que cumplan con las medidas de higiene, lo que constituye un grave riesgo para la salud pública.
Don Andrés Suárez, carnicero por muchos años en el mercado Sebastián Escobar, acusó que se trata de una lucha dispareja, ya que mientras que a los locales del centro de abastos se les obliga a cumplir con normas de higiene y son sancionados si no las atienden, los puestos en las calles no tienen ningún tipo de control y representa un peligro para el consumidor, desde intoxicaciones por productos en mal estado hasta enfermedades que pueden afectar radicalmente a su organismo.
Vigilancia
Aunque el órgano rector sanitario que debe velar por la salud pública es la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), dependiente de la Secretaría de Salud, el control de la venta en las calles corresponde a los ayuntamientos, sin embargo, la venta de carne de res y cerdo se está viendo como algo normal en Tapachula, aun con los probables daños a la salud.
Y es que en la región además se mantiene una pugna entre el rastro de Tapachula y la introducción que se realiza de carne de otros municipios como Mapastepec, con señalamientos de incumplimiento de las normas, lo que ha generado alerta en la población para tener cuidado de los lugares donde adquiere la carne de res y cerdo para su consumo, por la probabilidad de existir negocios clandestinos donde venden en forma insalubre, que no operan higiénicamente y no proceden de rastros certificados para el sacrificio.
En contraparte, se ha señalado que vender en la calle sin permiso no representa un delito sino una falta administrativa y que los alimentos que se expenden cuentan con la condición, higiene y limpieza del puesto donde se comercializa, a pesar que en muchos casos visiblemente se encuentran al aire libre, sin protección y a temperatura ambiente.