Tortuga blanca: lucha por la supervivencia

En las profundidades de los ríos de la Selva Lacandona, en Chiapas, habita un gigante acuático que los mayas consideran sagrado: la tortuga blanca (Dermatemys mawii), conocida localmente como Nojoch ak (“gran tortuga”). Diversas condiciones han llevado a que sea clasificada como una de las 25 especies de quelonios más amenazadas del mundo.

Según la cosmovisión maya, este —el más grande de Centroamérica— fue creado por los dioses para formar los ríos que hoy atraviesan la selva.

Sin embargo, su destino está en riesgo: la caza furtiva, la destrucción de su hábitat y el tráfico ilegal la han llevado al borde de la extinción.

Un legado mitológico y ecológico

Un artículo científico publicado por Eduardo Reyes Grajales, Norma Chambor Gómez y Matteo Cazzanelli, investigadores de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), rescata una leyenda lacandona que explica cómo la tortuga blanca modeló los ríos al nadar incansablemente.

“Perdió la dureza de su caparazón y aprendió a respirar bajo el agua”, relata el texto, basado en testimonios de ancianos de la comunidad de Nahá. Para los mayas, su consumo está restringido a rituales: tras comerla, los caparazones se colocan en cerros para “atraer rayos y pedir a los dioses que envíen más tortugas”.

Ecológicamente, esta especie, que puede medir hasta 60 cm, es vital para los ecosistemas. Se alimenta de plantas acuáticas y frutos, dispersando semillas y reciclando nutrientes. “Sin ellas, los ríos perderían equilibrio”, explica el estudio.

Amenazas

En los años 80, la tortuga blanca era extraída de la Reserva de la Biósfera Montes Azules en tráileres y avionetas para venderse como alimento en ciudades como Tuxtla Gutiérrez. Hoy, aunque su comercio está prohibido, persiste la caza ilegal.

La especie está clasificada en peligro crítico por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y protegida por leyes mexicanas e internacionales. Pese a esto, su población ha colapsado en un 90 % en algunas zonas, según el estudio.

Las Unidades de Manejo para la Conservación (UMA) son clave para su protección. Estas permiten criar ejemplares en cautiverio y reducir la presión sobre las poblaciones silvestres.

El artículo concluye con un urgente llamado a la colaboración interdisciplinaria. “La tortuga blanca necesita tanto de la ciencia como de las historias que han mantenido viva su leyenda”, destacan.

Su supervivencia no solo preservaría una especie, sino un símbolo de la relación entre la cultura maya y la naturaleza.