Tradición frente la globalización

El Día de Muertos se centra en la memoria, el vínculo intergeneracional y la cosmovisión indígena-católica. Diego Pérez / CP
El Día de Muertos se centra en la memoria, el vínculo intergeneracional y la cosmovisión indígena-católica. Diego Pérez / CP

La expansión de costumbres estadounidenses, disfraces comerciales, “trick or treat” y decoraciones, ha convivido y, en ocasiones, reemplazado prácticas tradicionales en México y en Chiapas.

Mientras que en los pueblos originarios se refuerzan rituales de memoria, velación y ofrenda, en las zonas urbanas y comerciales se adoptan disfraces, terror y dinámicas importadas desde Estados Unidos, un fenómeno que plantea interrogantes sobre el sentido original de la tradición y cómo enfrentar la globalización cultural.

Dos celebraciones, mundos distintos

El Día de Muertos es una tradición profunda en México que ha evolucionado a lo largo del tiempo, se centra en la memoria, el vínculo intergeneracional y la cosmovisión indígena-católica, con prácticas como altares, limpieza de tumbas y alimentos tradicionales.

Halloween, en cambio, está orientado a la diversión, disfraces, espectáculo y “terror” lúdico, con fuerte componente comercial y mediático.

En su origen tradicional, el Día de Muertos ha significado un acto de memoria, de encuentro comunitario y de vínculo entre vivos y muertos.

Sin embargo, la influencia de globalización y del mercado ha provocado modificaciones: la celebración adquiere elementos de espectáculo, turismo y consumo rápido, altares gigantes, festivales, alquiler de disfraces, “fiestas de catrinas”, que pueden diluir el carácter ritual.

Además de la adopción de Halloween, disfraces, “trick or treat”, terror, introduciendo valores distintos: lo lúdico, lo comercial y lo globalizante.

Etnias

En Chiapas, las comunidades indígenas preservan prácticas auténticas del Día de Muertos.

En los Altos, pobladores tsotsiles celebran “k’in ch’ulelal”, “fiesta de las almas”, un momento para agradecer bienes heredados, hablar con los difuntos y reconocer su presencia simbólica.

Además, la comunidad tsotsil de San Juan Chamula realiza rituales donde las almas de los difuntos visitan a los vivos y se hacen ofrendas de alimentos tradicionales.

Por su parte, los pueblos zoques, tseltales, tojolabales y mam participan también, como en San Cristóbal de Las Casas, donde se montan altares de 14 pueblos indígenas para mostrar su cosmovisión.

Investigadores advirtieron que, si bien la difusión de estas tradiciones puede fortalecer el reconocimiento internacional, también acelera procesos de homogeneización cultural y apropiación, destacando que Halloween y Día de Muertos se han “entrelazado” especialmente en zonas con fuerte circulación cultural entre México y Estados Unidos.

Además, señalaron que la globalización, y productos culturales como películas o campañas turísticas, aceleran la visibilidad del Día de Muertos, pero también su comercialización y esterilización ritual.

Ante esto, afirmaron que la llegada de disfraces, calabazas y rutas de terror no ha borrado al Día de Muertos en México ni en Chiapas, pero sí ha obligado a redefinir un nuevo ecosistema cultural; subrayando el reto de mantener o restaurar el núcleo de la celebración: la memoria activa, el cuidado familiar y la recuperación de los difuntos como sujetos de la vida social.