Tuxtla Gutiérrez se ha convertido en una plancha de concreto, ya no hay árboles o áreas verdes suficientemente grandes que absorban los volúmenes de lluvia que se registran en la actualidad, lo que hace que toda la precipitación escurra por las vialidades.
Así lo señaló Daniel Alejandro Gutiérrez Velasco, ingeniero civil y maestrante en Gestión de Riesgos y Cambio Climático en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach).
Temporales
Como se puede constatar, cada temporada de lluvias hay varios puntos visiblemente vulnerables a encharcamientos, y seguramente hay muchos más que no se ven o no se han estudiado.
Hace algunos años hizo una investigación en el arroyo San Roque, el cual, con el tiempo, sufrió un aumento de caudal por el crecimiento poblacional, la urbanización y el cambio de uso de suelo.
Explicó que no toda el agua que llueve escurre, gran parte se infiltra y otra se evapora. Anteriormente, Tuxtla Gutiérrez se encharcaba con 140 milímetros cúbicos de lluvia, hoy día ocurre hasta con 78, porque ya no hay infiltración.
Reiterando el ejemplo del embovedado San Roque, refirió que fue diseñado en los años 70, cuando las condiciones de la ciudad eran completamente diferentes, había gran vegetación y el volumen de lluvia escurría con facilidad y gran parte se infiltraba.
En esa época podía caer una lluvia de 11 metros cúbicos por segundo (lo que equivale a 11 rotoplases) y no pasaba nada, en la actualidad con una precipitación así muchos puntos se inundan.
Algunas estructuras que fueron diseñadas hace décadas ya no son capaces de conducir esos volúmenes de agua, por lo que se desbordan y vienen procesos de erosión, socavación y sedimentación.
La colonia 24 de Junio tiene sedimentación y que cada lluvia fuerte arrastra gran cantidad de material. El arroyo San Roque tiene problemas de erosión y el riesgo es el colapso, como ocurrió en el 2016. La avenida Central ya presenta también puntos vulnerables por ser la parte más baja.