En los últimos meses las principales terminales camioneras de Tuxtla Gutiérrez han albergado a miles de personas migrantes, que en su intento por llegar a Estados Unidos se han visto en la necesidad de montar campamentos temporales para poder trabajar y juntar para sus pasajes.
Jhon y Rober llegaron a México hace 20 días; ambos son hermanos provenientes de Venezuela y forman parte de las personas que se encuentran varadas en Tuxtla, debido al impedimento de las autoridades migratorias para que puedan transitar en territorio mexicano.
“Para poder salir de Chiapas es una cuestión de suerte”, explican, pues “la mayoría tiene que regresar porque Migración los detiene en el camino (…) lo que queremos nosotros es salir de acá y no causar mayor problema”. Además, señalaron que han sido víctimas de abuso por parte de taxistas, quienes cobran tarifas excesivas en tramos cortos.
Rober estudió marketing digital en su país, sin embargo, no ha podido ejercerlo; en Colombia fue mesero, trabajó lavando carros y como motorrepartidor en México. El estigma de las personas ha provocado que no le den trabajo, lo que ha significado una dificultad para conseguir el dinero de sus pasajes rumbo al norte del país.
La buena voluntad de las personas —en su mayoría congregaciones religiosas— ha apoyado a las decenas de familias que se encuentran varadas, proporcionándoles alimentos, ropa y artículos de higiene personal, lo que significa un aliciente para ellos, pues gran parte de quienes se encuentran en los campamentos son menores de edad.
De acuerdo al reporte de este año respecto a la Red por los Derechos de las Infancias en Chiapas, el estado ocupa el segundo lugar en deportación infantil y adolescentes deportados desde Estados Unidos, con 10.8 por ciento, de más de 13 mil menores.