Un estudio basado en entrevistas a 60 madres de 12 a 19 años en barrios periféricos de San Cristóbal de Las Casas, destaca que el 87.5 % de las mujeres indígenas, y el 71.4 % de las mestizas reportaron violencia, con mayor incidencia en menores de 15 años.
En Chiapas, el embarazo adolescente no solo refleja desigualdades sociales, también expone a miles de jóvenes a un ciclo de violencia que inicia en el hogar, se extiende a la pareja y se perpetúa a instituciones de salud.
Un estudio realizado por Annette Elisabeth Hartmann, académica de la Universidad Intercultural de Chiapas (Unich), revela que el 76.7 % de las madres adolescentes indígenas y mestizas en ambientes urbanos han enfrentado algún tipo de violencia, desde agresiones verbales hasta negligencia médica.
Contexto alarmante
Las jóvenes describen un entramado de abusos desde lo familiar, con rechazo, golpes y presión para abortar. “Mi mamá me cacheteó y me dijo que abortara”, relata Belén, madre a los 13 años.
La violencia también viene de la pareja, la cual suele ejercer control económico, infidelidad y agresiones físicas. “Mi esposo me prohibía trabajar y me golpeaba borracho”, comparte Gladys, de 18 años.
También hay un fuerte maltrato en servicios de salud. “En el hospital me regañaron por ser joven y casi pierdo a mi bebé por negligencia”, denuncia Ramona, de 14 años”.
Indígenas: doble vulnerabilidad
El 43.8 % de las madres indígenas tuvo su primer embarazo entre los 12 y 14 años, frente al 13.6 % de las mestizas. Hartmann atribuye esto a normas culturales que limitan su autonomía.
Destacó que “muchas son obligadas a unirse a hombres mayores, lo que perpetúa relaciones de poder desiguales”. Además, el 45.7 % sufrió violencia institucional, como retrasos en la atención médica o juicios morales.
Urgen políticas de género
Hartmann subraya que el embarazo adolescente no es una elección, sino resultado de un sistema que falla en proteger a las niñas.
“Se necesitan programas que combatan la pobreza, brinden educación sexual y garanticen acceso a justicia”, concluye.
El estudio fue publicado en el marco de investigaciones sobre salud pública y género en contextos multiculturales, con apoyo de la Unich.