Vírgenes de Copoya, legado que impulsa el turismo

Vírgenes de Copoya, legado que impulsa el turismoLa economía crece gracias a la Festividad de las Vírgenes de Copoya. Carlos López / CP

A las faldas del cerro Mactumatzá, la comunidad zoque de Copoya preserva la tradición centenaria de la Festividad de las Vírgenes de Copoya, un evento que combina espiritualidad y cultura y que hoy se erige como un motor económico y símbolo de resistencia identitaria frente a los desafíos de la globalización.

Economía

Según un estudio reciente publicado en la Revista Iberoamericana de Turismo, la celebración que honra a las vírgenes del Rosario, Candelaria y María Olochea, atrae a miles de visitantes y genera hasta un 40 % más de ingresos para negocios locales durante sus dos principales fechas anuales.

Las festividades, con entre 350 y 400 años de antigüedad, incluyen procesiones, danzas tradicionales, música de carrizo y platillos como el caldo de shuti o el pozol, lo que refuerza la identidad zoque, y crea alrededor de 120 empleos temporales, según datos del mismo estudio.

Presiones

El artículo “Patrimonio Cultural y Turismo: La Festividad de las Vírgenes de Copoya como Estrategia de Desarrollo Local”, elaborada por Carolina Gómez Hinojosa, Gabriel Velázquez, José Rodolfo Mundo Gómez e Isabel Pérez, resalta que, la tradición enfrenta presiones.

El crecimiento urbano, la influencia de religiones evangélicas y el conflicto entre prácticas zoques y normas católicas ortodoxas han generado tensiones.

Sincretismo

El corazón de la festividad late en el sistema de mayordomías, una estructura organizativa heredada de la época colonial, donde líderes comunitarios (mayordomos, priostes y albaceas) coordinan los rituales.

Uno de los momentos más emblemáticos es la “floreada”, un acto simbólico que marca la aceptación de responsabilidades sin remuneración económica, pero con alto prestigio social.

A esto se suma el sincretismo cultural, pues el 75 % de los rituales mezclan elementos prehispánicos (como ofrendas de mazorcas para buenas cosechas) con símbolos católicos.

Las “comideras”, mujeres encargadas de preparar alimentos rituales, son clave en la preservación de la herencia culinaria. Su labor, aunque poco visibilizada, incluye platillos como tamales de hoja de milpa y sopa de chipilín, distribuidos bajo un estricto protocolo.

Pese a ello, el estudio advierte que la gastronomía local no recibe la atención suficiente, lo que podría poner en riesgo su transmisión a nuevas generaciones.

Acciones

Con más de 186 mil turistas registrados en Tuxtla Gutiérrez en 2024, las festividades son un imán para el turismo religioso y cultural.

El 90 % de los participantes entrevistados considera que estas celebraciones son vitales para su identidad. No obstante, las nuevas generaciones enfrentan el reto de conciliar la modernidad con tradiciones ancestrales. “Si los jóvenes no aprenden, esto desaparecerá”, advirtió un mayordomo durante la investigación.

Ante esto, los autores del estudio proponen estrategias para integrar a jóvenes en la preservación de rituales y gastronomía, así como políticas que equilibren el turismo con la protección del patrimonio.